Vicente Gómez Quiles

TIERRA DISTANTE

Yo no hago poesía
sino ofrendas desde una habitación sin vistas;
musito cada palabra
probando,
atropellado,
confabulando al otro lado del sepulcro
por un río que nunca descansa...

Jamás pretendo escandir ocultos camarines
que mi zafra imaginación tolera
perentoria
e ingrávida suelta.

Lejana queda la cúpula ostentosa
donde reposar otras murmuradas lágrimas.

De mi no brotan justas bóvedas
si en tu expectación
cuarteas estas familias...

Apurando mi último trago
encierro hálitos hasta la madrugada.

Y sé que debajo, en tierra;
los milagros son tiempos de silencio,
inútiles fronteras.

Si fuéramos conscientes
de que no hay prisiones sino embeleso encierro,
- y si yo también fuera consciente de tus besos -,
nuestras nocturnas piedras
recobrarían las rimas del agua.

Entre próvidos ignotos
bate la carne en un solo deseo;
- intentar huir sin saber dónde -,
gran espiral persiguiendo fragancias.

Golpeo los muros y las ventanas
hasta tu puerta también clausurada.
Hasta tu puerta aún clausurada
finjo unas notas de bandolina.

(Como rapsódicas coralinas
toco timbres bajo la agonía.)

¡Oh, soledad que sin yo buscarte
obligas palpar puertas vecinas
o cantar donde la pena es una!

Rozando los crepúsculos sueños
del scherzo coral, ¡yo te imagino
cerrar los huecos de la garganta!

¡Y mi llanto crea dócil voz,
si conmigo tú despiertas!

De nuestras incertidumbres eternas
sólo cabe exaltar nuestra congoja.

Las manos contra fluvial nada
truenan y asfaltan ensimismadas,
a una manga de tristes galeras
o por buscar se entregan
como una tinta de flotantes algas.

Qué débiles y tiernos mis extremos imploran
la isla del papel y las tablas
desde la membrana hipocresía
ahora amondongada;
ya el desquite
resulta tan poderoso como la sangre
cuando me adentro a las cuerdas artísticas.

Entre olas de un mar extraño,
frenético y galafate de sueños...
Las míseras pertenencias
se diluyen en corazón de nadie.

Y tú pensarás: - ¡bogaba perdido,
contracorriente, ausente de realidades
como un loco pescador sin redes...!;
sin saber, que en asuntos del tiempo,
no hiere tanto sentir morir como dejarse naufragar
entre los goces sin sentido.

Yo no temo mudable cese
sino a fracasar durante compartidos instantes.
Apenas me importa
que seas añosa madera carcomida
si de tus cuatro vértices o aristas inmóviles
me envías al reino sin laureles,
- esas recompensas que al final ahorcan -,
donde el olvido se torna cordial,
falso, virola de ingrávidos placeres.

Mientras despierto, afligen perpetuas mentiras.
Y soñando, olvido las detestables sacudidas.

Tú pensarás: - ¡no luchaba!
¡Qué interés tiene niquelar la falacia,
si tú - ideal senda -, nunca serás nuestra!

Sólo soñando la muerte
es menos adepta la vida
o nuestras apariencias más verdaderas.


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Published on e-Stories.org on 08.12.2011.

 
 

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