“How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?”
Cantaba Bob Dylan desde la memoria flash del reproductor... su amiga
se retrasaba, como siempre... no había un solo día que llegase a la hora.
Era un típico día de invierno en una ciudad que podría bien ser la vuestra,
o bien la mía, o, si lo preferís, otra distinta.
Miró a su alrededor mientras se ajustaba la bufanda. Madres con sus
hijos, algún que otro oficinista que cruzaba rápidamente la calle hablando
por teléfono, ancianos sentados en un banco conversando sobre cualquier
tema... Incluso un perro que se paseaba a su aire como si la calle fuese
suya. También vio a unos metros de ella a un chico, que, aunque al principio
no le llamo la atención, al no tener otra cosa que hacer, acabo dejando su
mirada puesta en él.
Un par de canciones más adelante bajó la vista hacia el reproductor
y al levantarla vio que el chico le estaba hablando. Pausó instintivamente
la música.
-...porta si me siento?
-No, claro claro.-contestó rápidamente mientras se apartaba. Tras
unos instantes callado, volvió a hablar.
-¿Esperas a alguien?
-Si, a una amiga, pero siempre llega tarde.
-Oh, que casualidad... yo espero a un amigo... podríamos esperar
juntos ¿te parece?-sonrió.
-Claro.-Durante unos minutos ninguno de los dos volvió a hablar...
todos sabemos lo difícil que es romper el hielo. Pero cuando entre miradas
desesperadas al móvil o al reloj, el silencio ya era insoportable, él
comentó:
-Hace mucho frío. ¿No crees? ¿te parece bien si te invito a un café
y les esperamos dentro de la cafetería?-Ella puso cara de sorpresa, pero
asintió.
Después del primer café pidieron otro, y nadie aparecía. Ninguna
cara conocida al otro lado del escaparate. Les habían dado plantón. Hay que
ver como puede cambiar nuestra opinión hacia que nos dejen tirados. En
cualquier otra situación ella se hubiese enfadado. Ahora ya ni recordaba
porqué había quedado con su amiga. ¿Alguien en su situación se acordaría? No
la llaméis egoísta, todos lo somos aunque sea un poco en el fondo de nuestro
corazón.
Tras el café vino un paseo por el parque, el típico paseo por el
parque al cuál recurren una y otra vez los guionistas cuando no tienen una
playa a su alcance (o cuando se está a 5 grados, lo que prefiráis) y él
incluso le compró un ramo de Violet Carson, su flor favorita.
Hablaron de millones de cosas, de las millones que tenían en común y
llegaron de forma simultánea, como solo se puede llegar cuando de verdad
encajas con la otra persona, a la conclusión de que estaban hechos el uno
para el otro.
Y una cosa llevó a la otra y la otra a la siguiente y cuando se
quisieron dar cuenta sus caras se encontraban tan cerca que podían sentir la
respiración del otro... ella pensó que ese era probablemente el mejor día de
su vida y aferrándose a ese pensamiento cerró los ojos, acercó su cara a la
suya y
-¡Chema tío! ¡Siento llegar tarde! Pero es que me encontré a mi
madre de la que bajaba de casa y se puso pesada... bueno, tú ya sabes como
es...
Abrió los ojos. La lista de reproducción se había acabado y la
música pausado. Miró la hora. Pasaban diez minutos de las seis, apenas dos
desde que bajase la vista hacia el reproductor. Lo desbloqueó y tras apretar
el botón correspondiente se dejaron oír los primeros acordes de
“Hurricane”
-¡Hey!-Se giró. Era Sara.-Me estaba planchando el pelo y demás...
¿nos vamos?-Se levantó y, con los últimos retazos del sueño aún grabados en
su mente, giró la cabeza a donde estaban los dos chicos que se alejaban en
dirección contraria. Él miró hacia atrás. La miró a ella.
¿Le había guiñado un ojo?
Ella sonrió.
“Here comes the story of the hurricane...”
Es fantástico cuan rápido trabaja la mente... ¿No os lo parece?
All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Elena Domínguez Robles.
Published on e-Stories.org on 29.07.2008.
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