Jona Umaes

¿Realmente, eres tú?

          Un mundo virtual no te hace vivir la realidad, pero puede acercarte a ella. Es lo que le pasó a Julio.

         En una de las muchas páginas de internet para hacer amistades, una chica le habló sin haberla él buscado. Nada extraño en estos tiempos. La imagen de su perfil era un paisaje paradisíaco. No se había tomado muchas molestias en rellenar el apartado "Sobre mí". Simplemente, le habló a través de un mensaje.

         Tras un cruce breve de palabras, Julio le pidió una fotografía. Le dijo que el juego tenía que ser equilibrado. Él sí tenía fotos en su perfil y hablar con una playa al atardecer, como que no le motivaba mucho. Ella accedió. Era una chica resultona, tenía algo que enganchaba. Quizás los enormes ojos claros que parecían taladrar a quien los mirara, o la forma de su cabello moreno. La fotografía tuvo su efecto y Julio se animó.

         Solo hicieron falta unos cuantos días para que ambos se engancharan. Había buen feeling. Él supo que Pilar, que así se llamaba la chica, era de Madrid. Divorciada, criaba a su hija de 5 años. Aunque, en un principio, le resultó bastante alejado de su querida Cádiz, ese pequeño  detalle se perdió entre tantos otros que se le antojaban más atractivos. Los puntos positivos superaban a los negativos, por esa razón continuó hablando con ella. Hasta que llegó el día en que le dijo algo que lo descolocó.

 

—Verás, te resultará extraño que te diga esto, pero es que tengo problemas en casa, y me preguntaba si podrías dejarme dinero.

—¿De qué cantidad estamos hablando?

—300 euros.

—¡Uf! Apenas nos conocemos, ni siquiera nos hemos visto. ¿Cómo me pides eso?

—He tenido gastos con los que no contaba, tengo que arreglar el coche. Lo necesito para el trabajo.

—¿Y tu familia no puede dejártelo?

—Solo tengo a mi primo y él tampoco va sobrado. No te diría nada si realmente no lo necesitara.

 

         Julio se negó a dejarle el dinero, llevaban poco tiempo conociéndose. Si hubiera sido cualquiera de sus amigos, no lo habría dudado, pero una desconocida, por mucho que le gustara, no tenía aún la suficiente confianza. Por otro lado, no podía creer que hiciera algo así, a no ser que se tratara de una embaucadora que solo buscaba agarrar el dinero y desaparecer.  Aquello lo puso en alerta. Ese día terminaron la conversación entre silencios y el ambiente enrarecido.

         A pesar de aquel episodio, continuaron charlando como si nada hubiera ocurrido, aunque ella le lanzaba dardos de reproche cuando menos se lo esperaba. Estaba dolida, pero aquello no fue obstáculo para que siguieran conociéndose. Las largas conversaciones por escrito pasaron a ser habladas. Aquello los acercó más. Tan solo usaban el chat para breves saludos y mandarse fotos. Ella alternaba selfis suyos con fotos con su hija. A Julio cada vez le gustaba más. En una ocasión, él le pidió hacer una videollamada. Ella no dudó en aceptar, pero fue bien breve porque no era el momento apropiado. Estaba acompañada y aprovechó un momento que se quedó sola para hablar. Fueron apenas unos segundos, tuvo que cortar al aproximarse alguien. Se disculpó por la interrupción y quedaron para hablar más tarde. 

         Aunque fueran solo unos instantes, a Julio le agradó verla en vivo a través de la pantalla. Sin embargo, en otras ocasiones que él propuso hacer una nueva videollamada, ella siempre tenía salida para evitarla. Por una cosa o por otra, nunca era el momento oportuno. Continuaron con las llamadas, como lo habían hecho hasta entonces, y comenzaron a hacer planes para verse. Madrid, al fin y al cabo, no estaba tan lejos. Podían pasar un fin de semana juntos y encontrarse al fin. Ambos los deseaban. 

         Julio le habló a su amigo Pablo del asunto. Hasta el momento no se lo había contado a nadie. Le comentó de cuando Pilar le pidió dinero al poco de conocerse. Pablo le dijo que hizo bien al negarse. Conocía a Julio desde hacía muchos años y no dudaba que su amigo actuaba con cabeza. En cuanto a lo que de que iban a quedar, se alegró por él. Le pidió que le ensañara una foto de la chica.

 

—Un momento, voy a buscarla.

—¿Cómo?

—Por Google. ¿No lo sabías? Puedes buscar cualquier imagen de una persona para ver qué rastro hay de ella en la red. También puedes hacerlo con plantas u objetos. La verdad es que es muy útil.

—No tenía ni idea.

—A ver, a ver... Aquí hay algo. Mira.

—¡Es ella! Pero ahí aparece con otro nombre. ¡No se llama Pilar!

—¡Vaya sorpresa! Y mira, aquí también aparece como la tal Susana, pero con otros apellidos. Uyuyuy... esto huele mal.

—¡Joder, tío! ¡Me está tomando el pelo! ¡Pero, si me ha dicho de quedar y todo!

—¡Ni se te ocurra!

—Hice una videollamada con ella. ¡Era real!

—Sigamos mirando, igual aparecen más cosas. ¡Bingo! Aquí hay vídeos también. Vamos a ver este.

—¡La hostia! Pero si es el parque desde donde me llamó. ¡Déjame tu móvil!

 

         El vídeo del parque duraba unos cinco minutos. Ambos amigos lo vieron y Julio se dio cuenta de que, en cierto momento, aparecían las mismas imágenes en las que ella tuvo la fugaz conversación con él. Se mostraba como hablando con alguien, pero en el vídeo ella continuaba la conversación. Julio estaba confuso. ¿Cómo podía haber hecho eso? ¡Era una videollamada! Su amigo, más ducho en informática, ya que se dedicaba a ello, le comentó que bien podía haber puesto delante de su móvil la reproducción del video. Era una idea tan retorcida que costaba trabajo creer.

 

—¿Y ahora qué vas a hacer?

—Por lo pronto le seguiré la corriente. Por supuesto, no iré a Madrid. Lo atrasaré mientras pienso algo.

 

         Una vez en casa, Julio se dedicó a buscar los otros nombres de Pilar en la red, los que había descubierto con su amigo. Comenzó por Facebook. Aparecían numerosos perfiles con la tal Susana. Al parecer era un personaje bastante conocido en redes. Una influencer de la que no tenía noticia, al no estar metido en ese mundo. En todos los perfiles aparecía alguna fotografía de las que le había mandado Pilar. Tan solo una cuenta era privada y no pudo ver su contenido, aunque la foto del perfil era la de la supuesta Pilar. Pulsó el botón de solicitar amistad y quedó a la espera que la aceptasen. Por otro lado, pensó que quizás en Messenger podría hablar con alguna de las personas que llevaban esos perfiles. Era obvio de que se trataba de cuentas falsas, pero quizás tuviera suerte y hablase con la persona real. Mandó un mismo saludo a todas las Susanas que encontró. Como nadie contestó, apagó el ordenador y se fue a dormir. Esa noche, tardó en conciliar el sueño, le daba vueltas una y otra vez al asunto, pensando cómo actuar con Pilar.

         Al día siguiente, tras la jornada de trabajo, entró en Facebook. Le habían aceptado la solicitud de amistad y pudo ver el muro de esa cuenta. Aparecían varias fotos de las que ya conocía, entre otras muchas que no había visto antes. Sin embargo, el mensaje que había enviado a esa cuenta no tuvo respuesta, aunque sí la recibió de otra. Sin saber quién había al otro lado, habló con mucha cautela. Le preguntó que de dónde era, a qué se dedicaba y otros datos, para contrastarlos con lo que ya tenía. Todo aquello inmerso en un diálogo distendido para no levantar sospechas. Una vez obtuvo la información, le dijo que alguien había usurpado su identidad, que había estado hablando con una mujer durante semanas sin saber que le estaban engañando. La otra persona no quiso seguir la conversación sin que Julio se identificase. Le pidió una imagen del carnet de identidad y ella le mandaría otra. Él se mostró reticente, en principio, pero pensó que con una cara de su DNI, poco podían hacer, si es que querían utilizarlo para un fraude. Sabía que normalmente, para cualquier trámite, solicitaban ambas caras del documento. Sea como fuere, lo haría por un par de segundos y luego anularía el envío para que no quedase la imagen en la red. Así lo hizo, y la otra persona cumplió su palabra al enviar el suyo. Realmente, parecía ser quien decía ser. Era un documento auténtico, donde aparecía su foto y demás datos. Había procedido igual que él, la imagen apareció fugazmente. Aquello tranquilizó a Julio, pensó que quizás se trataba de la verdadera Susana. Una vez intercambiaron sus identidades, la otra persona dijo que ya podían seguir charlando. Él le preguntó si, de verdad, era ella. No acababa de creérselo. La mujer respondió afirmativamente y le instó a que le contase quien era la que se estaba pasando por ella. Él le contó todo lo sucedido. La persona al otro lado no daba crédito. Se mostró confundida y decepcionada. Se excusó abandonando el chat, instando a Julio a hablar en otro momento.

         Así lo hicieron a la jornada siguiente, pero Susana, al poco de intercambiar unas palabras, prefirió continuar por Telegram y así se lo transmitió. Julio accedió y pasaron a la otra aplicación. Ciertamente, aunque el hecho de ver su identidad y haber constatado los datos que le había dado con anterioridad a mostrarle el DNI le daba cierta seguridad, le pidió que le mandara un audio para escucharla. Sabía cómo era su voz por los vídeos que había visualizado con su amigo el día que se destapó todo. La mujer se mostró sorprendida, le dijo que el DNI ya era suficiente prueba para demostrar que era quien decía ser. No iba a mandarle ningún audio. Él le dijo que necesitaba escucharla para estar totalmente seguro. La otra persona borró los pocos mensajes que habían intercambiado en el chat y acabó la conversación.

         Si, por un lado, a Julio le dio confianza el hecho de que aquella mujer se conectase a Telegram sin ocultar su número de teléfono, el cual aparecía junto a la imagen de su avatar, a la postre pensó que había sido un despiste. Quizás creó la cuenta improvisadamente y pasó por alto ese detalle. Antes de que la mujer lo bloqueara, él ya la había agregado como contacto, por lo que tenía su número en su agenda. De nuevo, había topado con un impostor, y para cerciorarse, buscó en Internet el número de móvil. Tan solo apareció en un enlace del buscador. Cuando lo abrió resultó ser un foro donde se hablaba de estafadores en la red. Buscó el número en la página y apareció la imagen de un tipo con barba y gafas. Al pie, una nota indicando que se trataba de un estafador profesional.

         Julio no acaba de creerse la jungla en la que se había convertido internet. No podía fiarse de nadie. Este último personaje hasta tenía una copia del DNI de la tal Susana, aunque seguramente falsificado. Habló de todo ello con su amigo Pablo. El otro no se sorprendió de lo que le contaba. Todos los días la prensa y la policía avisaban de estafas de todo tipo. Pablo le confesó que, una vez que le pilló desprevenido, fue víctima al pulsar un enlace que un supuesto conocido le había mandado por email.

         Volvió a su casa decepcionado por todo lo ocurrido. Al fin y al cabo, comenzaba a tener sentimientos hacia la tal Pilar, que a la postre resultó ser Susana. Se asqueó de la gentuza que manipulaba de esa forma a otras personas, pensando solo en sacar tajada, dejando maltrecha a la víctima. Se conectó a Telegram para hablar con Pilar.

 

—Hola, ¿qué tal?

—¿Dónde te habías metido? Hace tiempo que no hablamos.

—He estado ocupado, arreglando unos asuntos.

—De acuerdo. ¿Todo bien?

—Sí, sí, gracias. Oye, quería hacerte una pregunta.

—Dime.

—¿Por qué no me has hablado de esto?

—¿Qué es eso?

—Dale al enlace de Facebook.

 

         No hubo respuesta. Con eso, quedó zanjado el asunto.

 

         Pasaron los días y se calmó. Finalmente, no había llegado la sangre al río. Aquello lo tomó como una experiencia enriquecedora, aun siendo amarga. Mientras descansaba en el sofá, una notificación lo sacó del sopor tras la comida. Era del Messenger. La Susana que tenía la cuenta privada le había contestado. No sabía si responder, visto lo visto. Fuera porque estaba aburrido o porque aún tenía las imágenes de aquella mujer en la cabeza, contestó.

 

—Hola. Te escribí el otro día. No pensaba que fueras a contestar.

—¿Quién eres?

—Me llamo Julio. He visto videos tuyos y...

 

         Y así se repitió, por segunda vez, el ritual de preguntas y respuestas. Lo que empezó con desgana por parte de Julio, terminó despertando su curiosidad. Al parecer, le cayó en gracia a la chica, que si bien, en un principio, se mostró desconfiada, luego se soltó hablando. Él le contó flecos de lo que había ocurrido. No tenía ganas de repetir, de nuevo, toda su aventura, pero ella tenía curiosidad y le sonsacó. Al percibir el interés de la chica, entró en detalles. Ella no se sorprendió, estaba al tanto de que había personas que tomaban sus imágenes para hacerse pasar por ella, pero la policía ya estaba informada y poco más podía hacer.

 

—Pero, ¿realmente eres tú?

—Sí, ¿no me crees?

—Sabiendo lo que me ha ocurrido, ¿me concedes el beneplácito de la duda?

—¿Quieres que nos llamemos? Si has visto mis vídeos ya conoces mi voz. No te será difícil reconocerme.

—Me encantaría hablar contigo.

 

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Published on e-Stories.org on 10.12.2022.

 
 

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