Brandon Balderas Rocha

Manual del amante para un corazón confundido y con temor


Comience por levantarse de la cama, que ni siquiera los muertos permanecen quietos, y es por eso que ha de levantarse. Ahora diríjase a la ducha y tome un baño, un cuerpo pulcro es indispensable si uno se propone limpiar el alma y despejar la mente. Admire su desnudez y siéntase cómodo en ella. Roce sus labios con los dedos, truénese la espalda, coloque su mano junto a su pecho mientras deja que el agua escurra por su piel. Tómese un momento para memorizar el ritmo de su pecho: Sístole, diástole, sístole, diástole, uno, dos, uno, dos… Una vez lo haya logrado, proceda a asearse al vaivén de su pulso. Terminada la labor seque su piel con cuidado y con cariño, con los ojos cerrados inclusive. Finalmente vístase y vaya a la cocina, no es necesario porte sus mejores prendas, pero sí alguna que haya significado algo para usted, el crucifijo que le regaló su madre aunque usted haya dejado la religión años atrás, el suéter que mantiene guardado desde esa Navidad para no entristecer a su tía, el colguije que alguna tuvo su contraparte, el reloj de pulsera que obtuvo como recuerdo de su abuelo, la chamarra que antes pertenecía a su padre pero pasó a sus manos, no importa lo que sea...pero pórtelo.

Una vez en la cocina prepárese una taza de café oscuro y amargo, como los cambios en la vida y bébalo a pequeños sorbos. Sienta cómo su calor lo inunda y se propaga por cada terminación nerviosa cual caricia, no lo beba por largos periodos ni muy repetidos, pues ningún trago amargo ha de durar demasiado o ser constante si se quiere evitar una herida. De esta manera, permita que con el tiempo a la vez que su temperatura disminuye, comienza a endulzarle la garganta. Mientras espera, tome un bolígrafo y sobre una servilleta escriba: “No es un mal día para revivir.”

 Una vez terminado su café, salga por la puerta de su casa como si no fuera a volver. Siga al viento y los colores que te atraigan, esos que han estado ausentes este tiempo. Camine sin destino ni horario y con la frente en alto. Sonríale a la primera persona que se le cruce, y si ésta se comporta de manera indecorosa, devuélvale el gesto de su preferencia con la mano y continúe su camino.


Visite aquellos sitios que le encantan, los que le evoquen bellos recuerdos, y los que suele evitar por medio a toparse en cara con esa remembranza dolorosa que no ha podido olvidar. Camine lento, sin preocupación, visite los lugares que encuentre por casualidad y permanezca en alguno de ellos, sin importar si es el más bello, el más triste o el más común. Entonces tómese un segundo, o dos o tres, Recárguese en la pared más cercana y siéntese con las piernas cruzadas o abrazadas, ahora cierre los ojos y escuche en silencio.

No diga nada, no piense en nada y sumérjase en las memorias, esas que guarda en el cajón junto a la cama pero que lleva siempre consigo, sumérjase el tiempo que le plazca… pero tenga cuidado de no ahogarse. Ahora observe la vida alrededor suyo, aquella que se encuentra en esas casas de colores, en esos pastos y árboles, en la gente que pasa, en la gente que extraña. Después de apreciarlos y aún sin levantarse tome tres bocanadas de aire; la primera para recordar la propia vida que carga, la segunda para confirmarla y la tercera… para cantar. Así es, entone esa canción que viene a su mente, esa que lleva días sin escuchar y cante sin miedo… sin temor, como si fuera la primera vez. Permítase aferrarse a la reverberación en su garganta, haga eco con su mente y no para hasta que su voz deje de ser suya. No pare, no pare ¡No pare!… Hasta que se agoten las penas, hasta que termine la tarde, hasta que no surjan más lágrimas, lo que sea ocurra primero.

Cuando lo crea prudente, levántese y salga del lugar, nunca es bueno permanecer demasiado tiempo en un sitio donde dejamos emociones pendientes. Es tiempo ahora de regresar a casa, pero sin retornar por donde ha llegado. Camine a paso lento y observe el rostro de todo aquél que se encuentre y trate de imaginar quienes son, ¿cuál es su historia? ¿A dónde se dirigen? ¿Serán felices?

Al llegar a casa vuelva una vez más a la cocina y en esta ocasión ponga a hervir agua para hacerse un té de su elección, la manzanilla es perfecta compañera para abrazar el alma, la yerbabuena ayuda a tranquilizar la mente, un té negro es indispensable para enfrentar la realidad, un té verde por su parte hace más sencillo evitarla. Tome el que necesite, o el que le plazca y busque un libro. No busque uno nuevo ni uno que ame, tomé aquél que dejó por la mitad, el que lleva tiempo acumulando polvo y no sabe ni porque lo tiene, tomé cualquier libro que se encuentre y permita que la lignina haga su efecto, permita que el olor de esas hojas se confunda con las del té. Siéntase conectado con el autor y siéntase testigo de los pensamientos ajenos, permítase ser preso por primera vez en mucho tiempo de los divagues, de los miedos, de las ideas y de los problemas de alguien más. La vida es más humana de esta manera ¿No lo cree? Lea las páginas que desee del libro y lo requiere prepárese otra taza de té.

Ahora, después de un día alejado de todos y cercano a usted, después de las horas pasadas a solas con sus más profundas facetas, un día de volver a ser humano, de perdonarse sus errores y aceptar el pasado, de confirmar su existencia y de ¡Sentir! ¡Un día de sentir lejos de prejuicios y de influencias ajenas! ¿Qué es lo que aparece en su corazón? ¿Qué recuerdo surge en medio de esta cómoda soledad? ¿Qué esperanza apareció en sus pupilas al tiempo de una sonrisa? ¿Qué miedo ha desaparecido un poco? ¿Quién le hierve en la sangre, en la memoria y en la carne al final de este día?

Si no puede responder ninguna pregunta, es evidente que su corazón no está preparado para amar y este texto no es para usted, pues la palabra amante no lo califica. Pero no tema, en este caso queda una solución: La muerte. Diríjase a su cama y tiéndase con cuidado y en una posición cómoda; su corazón no ama, pero eso no significa que no deba cuidar sus últimos momentos. De un paseo con la mirada por la habitación, guarde una vez más las memorias en el cajón al lado de la cama. Respire lentamente mientras escucha su corazón y poco a poco olvide el ritmo que mantiene. A partir de ahora está usted muerto, espere que la noche lo cobije y que la luna lo abrace, no piense en nada, pues no es nadie, tranquilo, respire, descanse. No tiene nada de qué preocuparse, no tiene que tomar ninguna decisión pues usted esta muerto y los muertos no tienen necesidad de asuntos tan banales. No, como muerto su única responsabilidad es descansar, así que descanse, cierre los ojos y descanse, esperando no llegue el nuevo día.

Ahora comience por levantarse de la cama, que ni siquiera los muertos permanecen quietos, y es por eso que ha de levantarse. Tome un baño y prepárese una taza de café oscuro y amargo. Escriba en una servilleta: “No es un mal día para revivir.” Salga por la puerta, camine sin rumbo, cante hasta que no pueda más, regresé a su casa escrudiñando a la gente, prepárese un té mientras lee un libro…Hágase las preguntas adecuadas …. Borre un día más del calendario, cada vez quedan menos ¿no es así?

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Published on e-Stories.org on 28.01.2018.

 
 

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