Joel Fortunato Reyes Pérez

INTEMPERANTE MOMENTÁNEO

INTEMPERANTE MOMENTÁNEO


Cogí lentamente la naranja, una manzana, un durazno de la rama,
pero no pude  desaparecer la noche,
 y despojarla de su corteza.

Mas nunca un amante, circuló por el cielo,
 con tan duras nubes y  palabras, 
por ventanas ardientes y acosó a su amor.

Si tu deseo es beber, el desvelo dichoso,
 y vino de rubí perfumado de la copa enjoyada, vela ese barco.

Pero antes,
debes ensartar perlas y corales,
en sus tiernos oídos traspasados por pestañas. 
 En la embriaguez soñadora y sin desesperación,
 tened piedad de  los alacranes; de las palomas del anhelo,
que alguna vez fueron juiciosos nardos y sutil armonía.

Aunque ahora, no soy sino
un pobre aliento y sentimiento,
 de hombre cuya razón vacila, al abrigo
del otoño y tres inviernos,
de los que guían canarios protectoramente.

Hablarles, del olvido y  nada más,  intentaría saliendo
del reposo, del bosque y de la música sin plazo, 
con la pausa,
como un impulso, de mar bravío.

Nadie sabe si lo proporcionan las hormigas, 
ocultando  nieblas sonrientes a las rosas del amor,
 que cultivamos y encendimos, en el cuarto,
y el que sólo fue sombra que soñamos.
 Dulcemente escribiendo de noche.

Entre las nubes de la forma algodonosa una noche,
 con las yeguas del grillo que soñaba.  
Los compañeros, verdes y amarillos han de tal modo roto el pacto,
 de falsa piedad playera en la amistad,
con la botella más cara,
que dudo del sabor que axhala,
 cada tarde su existencia.

Reuní con las estrellas el sombrero y la pipa, 
sin ponerse de acuerdo entre sí.
Así que he conservado, una pequeña calma y al anillo
del dragón, al rosado ángel,
 y al primer recuerdo del unicornio,
pero no pude sembrarlos ni contarlos.

Saqué azúcar y agua del pozo, a pesar de su brillo  opaco,
 donde es menos helado y más soportable el perfume de
la vida y de la muerte. 

En tanto, compartimos, sin ser forzados
nuestros afectos por las cosas, los valles y una montaña.
No pude servirla sin nieve en los vasos.
 Entre las flores que olvidaban pétalos de aprendizaje.
La época calurosa y polvorienta era núbil.

Si esta tarde pasaras, verías que tampoco me gustaría sentirlo,
nunca he ido a la guerra, entre espigas y raíces,
no he descendido lo sufiente al infierno tierno,
 ni  a los refugios en medio del jardín y de la noche…

Por tanto, los guijarros que ya nada me sueñan, 
dicen estar oyendo la flauta de ranas en el techo,
 y esperan a la implacable suerte,
en una girnalda candorosa, en este momento.

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Published on e-Stories.org on 24.10.2017.

 
 

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