Anna Belle

La voz baja

El día fue exactamente como cualquier otro; me desperté, hice café para mí y mi novio, lo desperté con un besito y -debido a que era un sábado- me preparaba para un día lleno actividades que pudiéramos hacer juntos.

Cuando estaba preparada para ir a la sala, oí a alguien hablando con voz baja.
No pude distiguir qué estaba diciendo, por lo que comencé a acercarme al baño, desde donde la voz empezaba a oírse más fuerte y claramente.

Luego de un rato la oí de nuevo. Esta vez, empero, fui capaz de distinguirla perfectamente:

"Tú... Eres mi hermana..."

No obstante, no podía ver a nadie.

La voz parecía de una chica un poco más joven que yo. No era la de mi hermanita real.

Algo nerviosa, fui con mi novio y le conté lo que había pasado. En vez de tratarme con completo escepticismo, fue al baño e hizo el esfuerzo por escuchar.

Tras unos minutos, me dijo que no oyó nada, pero que si yo oyese de nuevo, debía decírselo a él. Se lo prometí.

Nos sentamos y comenzamos a ver una película. Después de que ésta terminara, dijo que iría al supermercado a comprar algunos comestibles para que yo pudiera preparar algo muy delicioso. Siempre amó mi cocina, lo que siempre me hizo feliz.

Durante su ausencia, oí la voz de nuevo. Inicialmente, intenté ignorarla; pero algo en la voz fue casi escalofriante, y como si estuviese en un trance, me forzó a levantarme y acercarme a la cocina desde donde la voz parecía aún más fuerte.

"Hermana..." Me dijo. "Ven... Ven a mí, hay tanto que quiero decirte..."

En ese momento, comenzaba a sentirme asustada. ¿Estaría volviéndome loca? ¿Qué... Qué más podía ser? Me sentí asustada; no obstante, no estaba muerta de miedo.

Es difícil explicarlo, pero de un modo u otro, la voz parecía familiar. No era la voz de nadie sobre quién pudiera pensar. Aún así, estaba dominada por ese presentimiento, no lo podía dejar; la voz era ciertamente conocida. ¿Pero cómo?

Continuaba acercandome al lugar en la cocina desde donde la voz parecía venir.
Justo cuando estaba en la esquina en que parecía estar, oí la voz diciendo: "No tengas miedo... Toma mi mano". Y, por un momento efímero, la vi: una chica diminuta con pelo tan negro como una noche sin estrellas, sin la luna y sin ninguna luz sea cual fuese; y con piel tan blanca como la nieve. Ella sonreía.
En ese momento, simultáneamente pensé dos cosas: me pareció que nada podía dañarme y que no era importante si yo moría. Me sentí libre.

Fue entonces cuando la oscuridad cayó.
---------------------------------------------------------------------------------
Desperté en la oscuridad. Inicialmente, no veía nada, no oía nada, no me acordaba de nada. Lentamente, comencé a ver formas borrosas que se convertían en cosas reconocibles: una cama, una mesa, una araña. Estaba en una casa de madera con un estilo antiguo que no reconocí.

La chica que vi por un momento fugaz no estaba allí. Me sentía débil.

Las horas pasaban, comenzaba a sentirme mejor. Fue entonces cuando la vi.

Estaba en la entrada. Apareció silenciosamente sin la posibilidad para mí de oír su entrada. Estaba sonriendo, pero esta vez, con un semblante más triste.

"¿Dónde estoy?", le pregunté.

La chica, pálida, dejó de sonreír. "Verdaderamente... ¿No sabes...?", me respondió.

"Es como pensé... Está bien. Con el tiempo te acordarás... Espero..." .

Este aire de tristeza y su comportamiento muy sumiso me infundieron valor. Ya no tenía miedo. Aún así, no comprendía qué estaba pasando.

Las preguntas se leían en mi cara.

"Me llamo Eflorescia. Tú eres mi hermana. Te traje a casa."

No comprendía cómo, pero por alguna razón, no había nada que me hubiera sonado más aterrador que aquellas palabras de los labios de esa chica pálida y triste desde hacía mucho tiempo.

Corría gritando fuera de la casa, y no paré haster haber corrido considerablemente lejos. La chica no me había seguido.

Miraba a todo en cualquier dirección alredor de mí; pero no veía faroles, no veía automóviles, no veía nada que pudiera reconocer. Desvalida, volví a la casa de la chica.

Al entrar, ella estaba parada cerca de la puerta. No sonreía, no decía nada, parecía solo triste. Quería odiarle, temerle, pero no podía. Volví a mi cama y empecé a llorar.

La chica, ¿Eflorescia?, se sentó junto a mí y empezó a llorar también, pero callada. Tras un momento, desapareció y me sentí sola, y entonces, exhausta y soñolienta. En poco tiempo, me quedé dormida...

De súbito, me desperté sobre el suelo de mi cocina, mientras mi novio me miraba preocupado.

"Soñé algo muy extraño..." Le dije. "Soñé que no estaba aquí, sino en otro mundo.
Vaya tontería..." Pero eso parecía no haberle causado nada de gracia.

"Anabel, no estoy seguro de tal cosa ocurrió. Volví del supermercado, no había nadie en casa. ¡No estabas aquí!". Acusación y preocupación eran obvias en su tono.

"¿Qué quieres decir?" Le pregunté.

"Cuando volví..." Hizo una pausa. "Cuando volví, no estabas aquí. Busqué en todas partes de la casa por mucho tiempo. Busqué en la cocina cuatro veces, y cuando ya había abandonado la búsqueda y estaba en la sala, oí algo. Vine aquí y de pronto, te encontré. No lo comprendo..."

Quería responderle, pero la oscuridad cayó de nuevo y estaba exhausta...

Me desperté en la casa de Eflorescia. Me saludó con su sonrisa melancólica aunque dulce.

"Nieva..."

Fruncí el ceño y pregunté. "¿Qué?"

"Ese es tu nombre... Hermana."

Seguramente estaba loca. Debía estarlo. No dije nada.

Comprendió mal mi silencio o, por alguna otro razón, tomó mi mano mientras las lágrimas fluían por sus mejillas. Ya no pensé nada. Cerré mis ojos también.


*****

Entraba y salía de los sueños sin poder acordarme de lo que soñé. Cuando desperté era de noche. Al parecer, Eflorescia no estaba ahí.

Por primera vez, presté verdadera atención a todo en la casa. A la derecha había un espacio pequeño y detrás había un perchero de velas más alto que yo. Las velas estaban encendidas e iluminaban el cuarto con una luz tenue.

A la izquierda, estaba sólo un taburete pequeño donde Eflorescia se había sentado antes, puesto contra la pared. Detrás, había otra pared; y más lejos a la derecha, había una mesa de madera densa, parcialmente tapada por la entrada.
No había ventanas en este cuarto.

Me levanté y paseé por la entrada al cuarto próximo. Además de la mesa, la cual tenía cuatro sillas a su alrededor, había una chimenea a la izquierda con un guardafuegos de hierro negro, donde se había quemado una hoguera, la que acentuaba la atmósfera tranquila y familiar. No había nada electrónico.

La araña del techo, pesada en apariencia, estaba suspendida sobre la mesa y hecha de hierro ennegrecido. Las velas encima de la araña no estaban encendidas, incluso cuando era de noche.

Enfrente mía, a la izquierda, había una puerta que llevaba a otro dormitorio. Fue ahí en donde vi a Eflorescia, dormida tranquilamente.

Fui a la puerta principal a la derecha, y vi una llave en la cerradura. Le di la vuelta y abrí la puerta.

Un viento penetrante soplaba afuera. Miré hacia atrás y vi a Eflorescia. Se había despertado y me miró somnolienta. No hizo nada para detenerme. Abrí más la puerta para irme de la casa.

Ella avanzó un poco, extendió su mano, se paró y me miró muy, muy tristemente. En ese momento lo entendí: no estaba encerrada y no era una prisionera o una reclusa.

Cualquier cosa que Eflorescia dijo de mí, cualquier cosa que ella quiso hacerme, no estaba mal. Cerré la puerta, me senté en el suelo y comencé ca llorar ruidosamente, respirando con dificultad.

Al calmarme, noté que Eflorescia, asimismo, se había sentado en el suelo y parecía llorar, nuevamente en silencio.

No se había acercado a mí. Los minutos pasaban. Finalmente, decidí ir por ella.

"¿Eflorescia?" Ninguna respuesta. Intenté de nuevo. "¿Eflorescia?" Me miró con ojos rojos pero no dijo nada. Tomé su mano. Se me lanzó de golpe y me abrazó muy firmemente, mientras su llanto comenzaba a hacer ruido.

Entre su sollozos, pude distinguir: "Desde hace... Tanto tiempo... solo... complet-- com-- ... solo... te perdí... Y ahora... Soñé contigo... Y ahora estás aquí... estás... ¿es de verdad, o estoy perdiendo la cabeza?" El resto era inentendible.

Despues de mucho tiempo, se calmó y continuó. "Mamá dijo... Los sueños son puertas a otros mundos, pero antes no estaba segura...".

"¿Mamá?" pregunté, para asegurarme de que no haber comprendido mal, ya que tenía muchas sensaciones extrañas que no podía controlar.

"Sí, nuestra mamá--." Mi corazón dio un vuelco. "--tras su muerte, perdiste la cabeza, hablaste algo de una hierba mágica, y entonces viniste a la casa con algunas plantas, preparaste algo que llamaste "El elixir del transporte" y me dijiste que visitarías a mamá. Yo estaba demasiado triste, no presté mucha atención antes, y para entonces estabas quedándote dormida. Me quedé parada cerca del taburete junto a tu cama y cuando me desperté... Desapareciste" No supe cómo pero algo en mi corazón me dijo que todo lo que Eflorescia me dijo fue verdad. Intenté contener las lágrimas.

***

Me quedé sentada a la mesa. Eflorescia estabaa en la cocina situada más lejos a la derecha delante de puerta principal. Su abrazo había sido cariñoso, me dejó sintiéndome amada, pero además confundida.

Había estada con Eflorescia tres días, o eso creía. Cuando intentaba pensar en mi novio y nuestra vida, no podía recordarlo bien. Esto me asustó un poco.

En medio de mis pensamientos, Eflorescia había vuelto y puesto comida en la mesa. Había frutas, pan, moras y algo parecido a crema.

"Ve, come..." dijo Eflorescia con un tono meloso. Comenzé a comer. Las frutas estaban deliciosas.

Al rato, la pregunté: "He estado aquí tres días, ¿no?"; a lo que ella me respondió: "Cuatro".

"¿Cuatro?"

"Sí."

"¿Cómo es eso possible? Lo que quiero decir es... Si este no es un sueño o una alucinación, por lo tanto... llegé a otro mundo." Eflorescia no dijo nada cuando me pausé a pensar.

"Entonces... o bien los dos mundos son reales o... toda mi vida con mi novio en el otro mundo ha sido un sueño..." Eflorescia parecía estar pensando, y luego me respondío: "No sé", mientras me veía con apariencia soñadora. Parecía un poco irritada.

"¿No sabes?"

Eflorescia me miró por delante. "¿Qué piensas? ¿Que yo soy una bruja?" Parecía lastimada.

Yo estaba estupefacta. "No..."

Nos quedamos en silencio, pero después de un momento, ella habló. "Es como te dijé... Soñé sobre aquello... Y de pronto, estabas aquí... ¡De veras!"

Me sentí tan confudida, luchando por dominar todas mis emociones. Pero algo tiempo, sentía que si no lo expresaba, iba a explotar. "Eflorescia... De verdad... No sé qué está pasando pero... No creo que digas mentiras. De algún modo me siento como en casa, y aun cuando no me acuerdo haber vivido aquí, de ser tú hermana; aún así me comienzo a olvidar mi vida con mi novio en el otro mundo, y comienzo a acordarme... Sobre las cosas que me has dicho. Por favor, ¡ayúdame! Ayúdame a superar esto."

Mis palabras parecieron provocar que sus ojos se hicieran húmedos. "Te ayudaré... Te lo prometo..."

*****
*****

Era un día de finales de verano. Los pájaros en todos sus colores magníficos cantaban y los rayos de luz dorado llenaban el bosque con una atmósfera suave.

Me sentía completamente feliz. Caminaba para oler flores rosadas en forma de estrellas. Su olor a caramelo me hacía soñar.

"¿Nieva?" Me dijo la chica.

"¿Mm?"

"Me alegro que te sientas feliz..." Eflorescia hizo una pausa.

"¿Pero...?" pregunté, aún soñadora.

"Nunca quisiera llevarme tu felicidad. Finalmente te tengo aquí conmigo, tras todos estos años... Pero... Si verdaderamente fuiste a otro mundo y tuviste otra vida allí, ¿cómo es posible que lo hayas olvidado todo?"

Me sorprendí a su pregunta, porque no había pensado sobre mi otra vida desde hace semanas y no hubiera podido responder por qué. No era que quisiera olvidar, sino más bien, que había olvidado sin darme cuenta; y en ese momento, cuando intentaba acordarme de la otra vida, me era difícil.

El hecho de que me empecé a sentir perdida y asustada era evidente en mi cara. Entonces, Eflorescia me dio un abrazo fuerte y susurró: "Te amo, hermana. Te amo tanto, cueste lo que cueste. Ven..." Tomaba mi mano y me llevaba a un arbusto.

Mi miedo se intensificaba. Aunque ya lo sabía, pregunté: "¿Qué es...?" Eflorescia me miraba con ojos húmedos. "Tu hierba. La que llamabas "hierba de transporte". No te quiero perder de nuevo, pero... No quiero romper la promesa que te hice, no lo puedo hacer... Quizás, si tomas sólo un poco... Esta vez... Tal vez no te perderé..." Su voz aquietaba hacia el final de la oración.

Mis sentimientos chocaban unos con otros. Volvimos a la casa en silencio.

"¿Nieva?" "¿Sí?" "Vas a hacerlo, ¿no?" No le respondí.

"¿Podemos dormir juntas esta noche?" Las lágrimas corrían por sus mejillas. "Sí."

Cuando estaba recostada junto a mí, puse uno de mis brazos sobre ella. En mi otra mano tenía la yerba.
Me había dicho cuando había sido la última vez que la bebí.

Bebí un quinto, y susurré en su oído: "Te amo, hermanita. Te amo tanto."

Llorando me decía: "Si funciona... Te esperaré... Pero, y si no vuelves... No hay vida para mí... Ya no..." Ambas nos deshacíamos en lágrimas.

Más tarde, en lo parecía un sueño.

"¿Anabel? ¡¿ANABEL?!" "¿Mmh..?"

"¡¿De dondé mierda viniste?! ¿¡En dónde has estado?!" "En otro mundo..." Le conté todo. Pero no me creyó.

En mi mente, oía una voz baja que no reconocía, que me preguntaba: "¿Escogiste?"

En ese momento comprendí todo: qué significaba esa pregunta, qué debía hacer. En mi corazon, supe.

Mi novio, en este sueño, dijo que iba a llamar al psiquiatra al siquiatra.

"No. No me siento bien. Me duele la cabeza horriblemente. Por favor, llévame al hospital." Ambos nos quedamos sin hablar por unos segundos.

********

"¿Tienes miedo?" Me preguntó. "No." "¿Cómo no?" "Sé que todo saldrá bien." "Yo tengo miedo. Pero puedes contar conmigo, te ayudaré."

"Gracias. Lo siento por todas tus penas." "No lo menciones."

*****
*****

Al final, se arregló una operación para el día siguiente. El doctor me dijo que la propabilidad de mi supervivencia, era de diez por ciento. En realidad, yo sabía que no existía ninguna posibilidad de sobrevivir.

Esa es mi historia, y en estos momentos me encuentro en mis horas finales. Ya tomé una decision. No puedo dejarla sola. Dejaré este mundo ridículo atrás, con sus máquinas ridículas y su Internet irreal. Honestamente, no sé si este mundo era real o si sólo existe en mi mente.

Decidí escribir este cuento y ponerlo online, antes de salir, ya que es mi confesión y mi redención. Aun aquí, en este mundo, me acuerdo de toda mi vida con mi hermanita en nuestra casa tras la muerte de nuestra madre. Sé que es absolutamente real.

¿Tú piensas que sabes qué es real y qué es imaginado? ¿Qué es vida, qué es muerte, qué son sueños, qué es vida despierta, qué son alucinaciones, qué son mentiras y qué es verdad? ¿Estás seguro de que lo sabes?

Yo estoy segura de que mi casa no está en este mundo y que volveré allí mañana. No estoy segura si tu mundo, este mundo, es real o no.

Adiós. Cuídate.

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Anna Belle.
Published on e-Stories.org on 21.02.2016.

 
 

Comments of our readers (0)


Your opinion:

Our authors and e-Stories.org would like to hear your opinion! But you should comment the Poem/Story and not insult our authors personally!

Please choose

Artigo anterior Próximo artigo

Mais nesta categoria "Geral" (Short Stories em espanhol)

Other works from Anna Belle

Gostou deste artigo? Então dê uma olhadela ao seguinte:

Amour fourbe - Linda Lucia Ngatchou (Geral)
Heaven and Hell - Rainer Tiemann (Humor)