Raúl Jiménez Flores

el orejudo

La familia López Ochoa, formada por el Sr. Antonio López  y la Sra. Juanita Ochoa, ambos entrados en los cuarentas, casados por la iglesia Católica y con 3 hijos dos jóvenes varones de 15 y 16 años, y una linda niña de apenas 10 años, el mayor se llamaba como su papá, Antonio, y el segundo Cesar, y la pequeña, Juanita, como su mamá.
Eran una familia que gustaba de los viajes por carretera y contar esas leyendas que por la huasteca son muy conocidas, que si los duendes, la llorona y demás, siempre terminaban mofándose de estas ya que para ellos eran solo cuentos para pasar el rato… pero en las siguientes vacaciones al viajar por las carreteras de la gran huasteca se iban a topar con un cuento no tan fantasioso y deberás muy real, y sobre todo espantoso.
Mi amor ya está listo todo para salir de vacaciones, ya está el carro afinado, y las llantas nuevas se las puse adelante y las viejas las cambie atrás… por favor hazme caso Juanita…
Si ya te escuche Antonio… por qué mejor, no compras las cuatro llantas para ir más seguros mi amor…
Recuerda que la última vez nos ponchamos como 3 o 4 veces, y la verdad es muy molesto, verte molesto cambiar una llanta, con este calor de julio; y así el pavimento y tú echando humo.
La mujer hace una sonrisita, que más pareciera una mueca de reproche…
Ya vas a empezar Juanita…
Si tú sabes que no tengo suficiente efectivo, si compro las cuatro llantas mi tarjeta de crédito quedara a tope, aparte los niños… recuerda que a ellos y a nosotros nos gusta comer bien.
No se diga más, cada ves que me ponche tendré que hacer de tripas corazón…
Él también sonríe, de manera más a la fuerza, que verdadera mente convencido, pensando para sus adentros… mujer si vieras cuanto sufro tirarme en la carretera…
Antonio hombre acostumbrado a la oficina y estar siempre con clima en su trabajo., realmente sufría con cualquier tarea bajo los rayos solares, más en los fuertes calores del verano…
Por su parte su esposa ya estaba acostumbrada a que su flamante esposo, no siempre, le salieran las cosas como él quería. Y sin más elevo una plegaria al cielo, pidiendo que de los males que se le vinieran encima a su esposo, fuera el menor…
Los dos jóvenes llegaron de la escuela, tiraron sus libros en sus respectivos cuartos, y decididos a olvidarlos por las siguientes cuatro semanas.
Por fin de vacaciones hermanito… esta vez sí que vamos a gozar con las niñitas, ya vez que las vacaciones pasadas todavía estábamos muy morritos, y nada mas no nos pelaban…
Mira Antonio, ya ahora estamos más grandes y veras que en estas vacaciones si vamos a tener suerte hermanito; ¿o será qué no…?
No seamos pesimistas mi querido hermanito menor, ya vez que este año le metimos duro al deporte, y las pesas, ya verás que este año es el bueno…
Ambos hermanos siempre habían sido regordetes y fácil blanco de sus amigos, les apodaban los gemelitos de Alicia en el país de las maravillas, pero ambos estaban decididos a dejar eso atrás….
Y ahora el par de adolescentes estaban más delgados, y con más confianza en sí mismos.
Durante la mañana siguiente del sábado, ya tenían casi listas todas sus maletas, trajes de baño, bronceador y por supuesto sus teléfonos celulares con flamantes cámaras de 8 megapíxeles.
Ahora si hermanito llenaremos nuestros face, con las más hermosas morritas, seremos la envidia de todos; decía Cesar a su hermano mayor Antonio, ambos hermanos eran realmente vanidosos y con una gran autoestima….
Su hermanita menor siempre recatada procuraba no estar cerca de ellos, ya que como siempre su mamá le trenzaba su largo pelo, sus hermanos disfrutaban jalándole sus trenzas; pasan los dos a su lado y jalan cada uno una trenza….
¡Aaaaaaaayyyy mamáaaaa…!
 Ya empezaron a molestarme mis hermanos.
Dejen en paz a su hermanita, no sean abusivos, Cesar y Antonio…
Ambos hermanos salieron corriendo las carcajadas por todo el pasillo, en cambio su hermana gimoteaba y corría en dirección a su madre…
Mami, diles que me dejen en paz por favor;
Si m’ hija trata de no acercarte a ellos, ya vez que son tremendos los dos, ya le diremos a tú papá para que los meta en cintura…
 En eso entra su esposo y ni tarda ni perezosa su hija le dice, papi, si mis hermanos nada más me van a ir molestando; yo no quiero ir con ustedes de vacaciones… mejor me quedo con mi abuelita.
La abuelita de la niña era una anciana de religión cristiana y muy apegada a las cosas de Dios…
Ya te dije Juana que no dejes quedar mucho tiempo a mi hija con mi suegra, ya le está metiendo cosas de su religión, y tú mamá, Juana, cada vez más fanática…
Doña María, viuda de Ochoa, mujer dada a las cosas de Dios y a agradarle a él, ella nunca estuvo de acuerdo en que su hija se casara con su yerno Antonio… pues este era demasiado mundano y machista según ella, Doña María mujer de cuna cristiana y su difunto esposo, don Ramiro Ochoa, también cristiano, él que se casara su hija con ese hombre, y aparte convertirla al catolicismo, solo para poder casarse con pompa y platillo, y todo lo demás que esta religión acostumbra realizar, le avía roto el corazón; pero ahora su pequeña nieta Dios se la avía mandado, con todo lo que ella esperaba de su hija, una niña temerosa de Dios y dada al gusto de la lectura de la biblia y sus enseñanzas, todo lo contrario de sus hermanos y sus padres.
Su padre molesto le contesta.
Pues si quieres quedarte a morir de aburrición con tu abuela, para mí mejor; ¿o como ves mujer?
Su esposa asiente con la cabeza y afirma, pues no se diga más, así mi mamá va estar feliz con su nieta asiéndole compañía…
El  Papá contesta molesto…
Mientras no me la regrese con enaguas largas y con una biblia en las manos, por mí está bien.
 Entre dientes mascullaba… vieja fanática religiosa, nunca me ha querido.
Y así transcurrió todo el resto del día sábado, en los preparativos del viaje.
Al Domingo por la mañana Juanita ya estaba lista con su ropa y sus libros, para que su mamá y papá la llevaran con su abuelita María,  ya que ella gustaba mucho de la lectura, cosa contraria sucedía con sus hermanos, que solo tenían tiempo para sus videojuegos y ver películas de terror, y todo lo que tuviera que ver con ejercicios y pesas.
Mamá, buenos días, aquí te traemos a tu nieta Juanita, ella prefirió que darse contigo a ir de viaje con nosotros y sus hermanos.
Está bien hija, aquí la cuidare muy bien y nada le faltara, y por supuesto la llevare a la iglesia conmigo…
Buenos días suegra, espero que no le meta muchas ideas negativas a su nieta, pues esta ya no quiere ni salir con nosotros.
Jamás  le daría malos consejos a mi nieta, yo la amo a ella y a mis nietos también…
Mamá, ellos no pudieron venir….
Si, ya sé que no soy de su agrado.
Bueno, sin más por el momento, nos retiramos suegra, hasta luego y que disfrute a su nieta.
Ya en el carro los dos; Juana su esposa no pudo evitar reprocharle  a su esposo Antonio.
No podrías ser más amable con mi madre, ya vez que ella nunca ha sido grosera contigo.
Juan contesta secamente a su esposa…
Si las miradas mataran, ya  estaría muerto mujer, con una sonrisa en su boca, que más que sonrisa era una mueca de odio hacia su suegra.
Mientras tanto en un pueblo, en la cierra de san Luis Potosí, que curiosamente era uno de los tantos pueblos que estaban de camino para la familia López Ochoa, se encontraba don Jacinto, hombre como de unos noventa y tantos años, o más, caminando por la orilla de la carretera.
Don Jacinto vivía de su parcela haciendo siembra de frijol y maíz, la gente del pueblo lo quería mucho; pero también le temían…
Se comentaba que él tenía más de doscientos años o más, y que era un náhuatl., ya que las familias que tenían muchas generaciones por ese rumbo, comentaban que don Jacinto ya  estaba viviendo ahí, desde que sus bisabuelos habían llegado.
La parcela de él estaba en lo más profundo de la sierra y como él decía, que no tenía credencial de elector, por qué igual no le interesaba la política, esto se prestaba más a la leyenda que se avía hecho a su alrededor. Pues con esto se prestaba más a los rumores de su longevidad atribuida a lo sobrenatural.
Con don Jacinto siempre caminaba con un perro a su lado, que él llamaba el orejudo; un perro parecido a un galgo, muy flaco y con unas orejas muy largas, que caían al costado de su cabeza, una extraña cruza entre un galgo y una raza sin definir de perro, esto, por supuesto despertaba más el temor y el respeto de la gente del pueblo hacia don Jacinto.
Como todos los días don Jacinto daba un recorrido por varios kilómetros de la sinuosa carretera, en compañía de orejudo, su fiel perro, y como siempre don Jacinto platicando con él, como si este le entendiera, era muy común esa escena para la gente del pueblo.
Mi querido orejudo, ya tantos años caminando juntos por estos caminos, y aun no nos quiere recoger el señor…
El perro miraba fijamente al anciano como si este le entendiera a la perfección.
Te he dicho que no mires así a las personas de los carros, ya vez que a nuestro señor no le gusta eso, debemos de ser cautelosos, hasta que pasen los elegidos…
Ten paciencia mi querido orejudo.
   Ven mi querido orejudo, vamos con el amigo Gaudencio, ya vez que ahí siempre caen personas del agrado del señor.
En esas sinuosas carreteras siempre avía accidentes carreteros, siempre con finales trágicos.
Gaudencio que tenía trabajando ahí en su vieja vulcanizadora como 30 años y él un viejo curtido por él sol, como de cincuenta y tantos años; contaba que mínimo por año, y más en tiempo de vacaciones se accidentaban como de 3 a 4 carros., y siempre morían todos los ocupantes.
 
 
Los muchachos y sus padres comenzaron el recorrido de sus vacaciones, de muy buen humor, pues se avía quedado su hermana en casa de la abuelita y así iban a sus anchas en la van de su papá.
Recuerdas papá aquel perro sarnoso del año pasado que atropellaste por la carretera, decía Cesar, el hijo más chico.
Claro que si m’ hijo, como no recordarlo jajajajaja….
Si lo trajimos como cincuenta metros atorado de bajo de la camioneta… y continuaron celebrando aquella acción como si fuera de lo más normal.
Su papá era un hombre muy deshumanizado y así estaba formando a sus dos hijos, su esposa, mujer sumisa, que aunque no compartía ese extraño gusto por hacer sufrir a los animales, no decía que no lo hicieran para no contrariar a su marido.
Y así continuaron el viaje, no sin antes acordar, que donde se encontraran un perro por la carretera, lo atropellarían, como un pasatiempo macabro.
Con el calor en su máximo apogeo, las llantas sobre el pavimento chirriaban y la familia seguía disfrutando del viaje.
Oye mujer hasta ahora se han portado muy bien las llantas traseras, sonriendo le decía Antonio  a su esposa Juanita;
Si, que bueno Antonio porque la verdad con este calor de más de 40°C, me preocupa mucho que bayas muy recio, por favor baja la velocidad mi amor.
No tengas miedo mujer, hasta ahora se han portado muy bien y espero que así sea todo el recorrido y a parte ya son como las 18:30 horas. Mi amor y está bajando la temperatura, está un poco más fresco, como a 35°C, sonrió sarcásticamente Antonio…
Nos pararemos en esa gasolinera de allá enfrente.
Buenas tardes señor, porfa revíseme las llantas…
Y el despachador le pregunta, ¿va a querer gasolina?
Si por supuesto, esta es la última gasolinera en kilómetros, ¿o no? Contesto Antonio.
Así es señor, la próxima esta como a 8 horas de aquí, oiga señor las dos llantas de atrás las trae ponchadas y aquí no hay vulcanizadora hasta mañana como a las 9 de la mañana…
¡¡Me lleva!! Exclama Antonio, y ahora como le hago, si nada más traigo una llanta de refacción…
Y son las dos llantas traseras señor, le dice el dependiente de la gasolinera.
¿No sabes de algún hotel aquí cerca? Pregunta Antonio…
No, señor… contesta el dependiente.
Pero esta la posada de la vieja Petronila, que en estos tiempos le caen clientes como usted., con risa sarcástica contesta el dependiente.
Bueno, no se diga más, ¿adónde queda esa posada? Pregunta Antonio
Pues en esa vieja casona de enfrente…
Mi amor se nos poncharon las 2 llantas traseras y tendremos que dormir aquí, en esa vieja posada de allá enfrente; muchachos vamos bajen sus maletas que tendremos que dormir aquí esta noche.
Pero papá si falta mucho para llegar a nuestro destino. Contestan los dos hijos al unísono.
Ya basta de protestas, a bajar las maletas he dicho…
Su esposa Juanita le dice, Antonio, los niños no tienen la culpa mi amor…
Ya vas a empezar juanita; ya vas a empezar…
Y así llegaron con doña Petronila, anciana mal encachada, pero de muy buen humor.
Señora, ¿tendrá un cuarto para cuatro personas?
Mi esposa y mis dos hijos.
Claro que sí, hasta ahora esta todo vacío, tengo en la parte de arriba y en la parte de abajo señor.
Deme en la parte de arriba, ahí hay menos ruido, ¿y cuánto va ser por pasar la noche en el cuarto?
Doscientos pesos, y nada más tiene una cama matrimonial y una colchoneta.
Pues démela, en un momento regreso con mi familia…
Mujer ya conseguí el cuarto para pasar la noche y muy barato, apenas doscientos pesos, solo tiene una cama matrimonial y una colchoneta; claro que en la colchoneta dormirán Antonio y cesar, dice esto con una sonrisa burlona…
Pero papá, hubieras pagado otro cuarto.
Él les contesta, solo tiene disponible uno y vuelve a sonreír burlonamente…
La casona era vieja y estaba construida con piedra de cantera y vigas de madera, también las escaleras eran de madera y rechinaban al caminar por ellas.
Esa casa era la herencia que por generaciones le avía quedado a la familia de doña Petronila.
Y ahora le pertenecía a ella y sus hijas, puesto que su marido se avía ido al otro lado a trabajar desde hace 20 años y nunca más supo de él…
Pero esto no la avía parado a doña Petronila, ya que con su empeño y tesón, saco adelante a sus dos hijas ahora ya casadas y con hijos.
Al entrar al cuarto la familia López Ochoa sintió un ligero escalofrió en su nuca, cada uno de ellos, pero solo los muchachos lo manifestaron.
Papá, mamá, ¿sintieron eso?
El papá por no verse temeroso les dijo que no avía sentido nada y que se pusiera a acomodar sus cosas y que se dieran un buen baño.
Su esposa en cambio ya a solas le dijo…
¿No sentiste escalofríos mi amor?
Pero el haciéndose el fuerte le dijo secamente…
Ya vas a empezar Juanita… no le hagas caso a los muchachos y vamos a hablar con la vieja esa, y que nos diga donde cenar.
Doña Petronila, ¿A dónde podremos cenar a esta hora?
La anciana les contesta, pues a esta hora y a cualquier otra, conmigo…
Tengo para preparar huevitos y frijolitos, y si quieren un bistecito se los preparo.
Muy bien señora prepárenos unos huevos con frijolitos refritos por favor, le dice Antonio a doña Petronila.
Muy bien señor, regresen en media hora y ya les tendré lista la cena.
Ya a solas le dice su mujer a Antonio, ¿Por qué no pediste unos bistecitos mi amor?
Como crees mujer, si todavía tengo que arreglar las llantas mañana y ya me estoy saliendo del presupuesto mujer… contesta Antonio a su esposa en tono molesto.
Pasado de la media hora llega la familia López Ochoa con doña Petronila y esta les dice.
Ya les tengo preparados cuatro platillos con tortillas hechas a mano y agua de naranja.
¿No tiene coca colas?, preguntan los muchachos.
No, jóvenes no acostumbro vender nada de refrescos, eso hace mucho daño a uno….
Los muchachos de mala manera se sienta a la mesa y empiezan a comer, su mamá y papá en silencio, tratando de sobrellevar el momento, ya que esta situación se hubiera evitado poniéndole las cuatro llantas nuevas a la van.
Los muchachos después de cenar preguntan a doña Petronila si sabe de alguna leyenda de ese pueblo.
Ella les contesta que hay muchas, ¿que como cuales les gustaría escuchar?
Ellos le dijeron que les daba igual, solo que fuera una buena historia o leyenda…
Pues miren aquí en el pueblo tenemos una historia viviente por así decirlo, les contesta doña Petronila.
Aquí vive un anciano, llamado Jacinto, él dice que tiene como noventa y tantos años, y debido a que sus padres nunca lo registraron, todo mundo dice que tiene pacto con el diablo, pues mi abuela me decía que cuando ella era joven, ya don Jacinto era un anciano curandero, y de los buenos, decimos nosotros por estos rumbos.
Don Jacinto vive en su parcela que esta refundida en la sierra, allá donde muy pocos se atreven a entrar; somos muy supersticiosos tanto los hombres, como las mujeres de estos rumbos.
Recuerdo que de niña ya veía a don Jacinto en compañía de su perro, ahora también anda con el pero para mí que allá en su parcela ha de tener muchos de esa misma raza extraña, porque no es natural que un perro viva tantos años.
Don Jacinto es querido, y respetado entre nosotros, y también temido; en cierta ocasión la curandera de otro pueblo de aquí de la sierra, lo vino a retar, que para ver quién era el mejor curandero de la región, ella apareció al otro día totalmente calcinada en su silla, lo curioso es que su casa estaba en perfectas condiciones, hasta la silla en la que estaba sentada, que era de palma.
Su cuerpo fue encontrado en esa silla sentada en frente de su altar y unas veladoras negras… la gente de por ahí dice que en la noche se vio al perro de don Jacinto.,
 Por los alrededores de la casa de la curandera…
Los que se atrevieron a salir a ver al perro dicen que las grandes orejas de este perro, las tenía totalmente paradas como cuernos., y unos ojos rojos como brazas y que se escuchaba una carcajada burlona, los que vieron a este perro esa noche hasta se zurraron…
Los dos hermanos entre ricillas de incredulidad y asombro escuchaban a la vieja Petronila…
 Ella se regocijaba adentrándolos en su relato…
 Así como de otros hechos sobrenaturales relacionados con este anciano, extraño y misterioso, y su perro orejudo.
Ya en el cuarto los dos hermanos comentaban entre ellos…
Esta vieja está bien chiflada, le decía Antonio a Cesar…
 Mira que creer en eso de brujos, y de que un anciano demente que vive allá donde el diablo tiro la chancla; vaya a tener poderes sobrenaturales…
Los dos se reían a carcajadas, mientras sus padres trataban de dormir.
¡¡Ya Antonio y Cesar!!… a dormir sentencio su padre molesto, mientras su madre hacia una oración…
Señor por favor que ya mi marido no se meta en problemas y lleguemos con bien a nuestro destino.
Esa noche los hermanos, y sus padres, soñaron con el anciano que desde la orilla de la carretera los veía pasar., junto a su perro orejón…
A la mañana siguiente se levanta el padre muy puntual a las nueve de la mañana, y ni tardo ni perezoso se va directo con el dependiente de la gasolinera.
Y le dice.
Oiga amigo, ¿a dónde está la vulcanizadora que me dijo ayer por la tarde, que habría a las 9 de la mañana?
El dependiente le contesto.
La vulcanizadora del viejo Gaudencio esta como a quinientos metros hacia adelante, ahí lo encuentra, ahora es seguro que está ahí.
Mal humorado Antonio caminando por la orilla de la carretera sigue adelante, y ya como a 100 metros de llegar a la vulcanizadora, alcanza a ver una casucha vieja, ya casi cayéndose y un letrero que apenas se alcanzaba a leer “vulcanizadora”.
Respiro aliviado y camino más aprisa, ya como a 20 metros alcanzo a ver un viejo compresor con unas bandas; raídas, casi desarmándose.
Antonio grita y pregunta…
¡¡Buenos días!! ¿Hay alguien aquí?
Nadie contestaba, cuando de pronto una voz aguardentosa le contesta, ahí voy, estoy en el baño…
Antonio suspira aliviado y toma asiento en un viejo asiento de coche.
Si, ¿que se le ofrece?, dice Gaudencio.
Tengo una camioneta con dos llantas ponchadas en la gasolinera, y vengo a verlo para que por favor, me las arregle. Dice Antonio.
Si, como no señor, solo que n me voy a tardar un buen de tiempo, pues usted vera., que no tengo vehículo para traerlas para acá… le dice Gaudencio en tono de desánimo…
Sí, no se preocupe. Le contesta Antonio… y piensa para sus adentros, mientras las tenga listas hoy, con eso me doy por servido.
De regreso a la gasolinera caminando por la orilla de la carretera, vinieron a su mente recuerdos de su niñez, cuando su padre, su madre y él viajaban desde la ciudad de México hasta la huasteca.
Siempre viajaban de noche, el en el asiento trasero y con el cinturón de seguridad puesto, escuchando las historias que su padre le contaba, para que así él le acompañara despierto, durante todo el trayecto.
El entre dormido y despierto no quería ver a la ventana del coche, por lo regular dirigía su mirada al frente, hacia donde se perdían las luces…
Cuando un grito de su Hijo Antonio lo saco de sus recuerdos…
¡¡Papá!! ¿Ya van a reparar las llantas?
Y el con la cabeza asintió…
Su hijo le dice con una mueca de hastío.
 Dice mamá que te vengas a desayunar, claro, otra vez huevos.
De doña petro-india  ja ja ja ja se carcajeaba el muchacho…
Mi amor, ¿ya conseguiste quien te arregle las llantas?
Si, en unas cuantas horas estarán listas.
Muy bien mi amor, ¡¡comamos estos ricos huevitos que nos preparó doña Petronila!!
Don Gaudencio platicaba con el dependiente de la gasolinera, de nombre isidro.
¿Cómo vez isidro, a esta familia?
Pues son un poco locos, mas su papá, mira que salir a la carretera con estas llantas, como tortillas tostadas.
Y sus hijos, tomándose fotos en todos lados con sus celulares, creo que la única cuerda es la señora.
Pues si isidro, espero que me lleguen más clientes como este, de a dos llantas ponchadas, le comenta con una sonrisa de oreja a oreja el viejo Gaudencio.
¿Ya viste Gaudencio? Ahí va ese viejo brujo con su perro, le comenta con voz quedita isidro.
Este voltea a pesar de la distancia a verlos, como si los hubiera escuchado, y con una sonrisa coronada con unas encías negras y los pocos dientes que aun tenia, de un color, amarillo ocre…
Y su perro con su mirada clavada en los dos hombres.
Ya isidro., saludemos al viejo, espero que esta familia no se meta en problemas con este viejo y su perro.
Si Gaudencio, espero que no se les ocurra atravesárseles en su camino…
Y sin más los dos  continuaron con sus labores.
La familia decidió salir a caminar por la carretera hasta la vulcanizadora, los dos hermanos disfrutaban del momento, como chavales que eran.
Mientras su mamá y papá más atrás de ellos platicaban…
Como vez Antonio, hasta ahora no hemos visto a ese viejo del que nos habló anoche doña Petronila.
Si, así es mujer, y la verdad espero no verlo, porque conociendo a mis hijos, no dudo en que le van a querer hacer preguntas, y ya vez que son muy indiscretos.
Si mi amor, espero que los vigiles y no les permitas que vayan a cometer una indiscreción.
Así continuaron  hasta llegar a la vulcanizadora, y así observando a la distancia los árboles y las grandes montañas, copadas con nubarrones.
Creo que va a llover mi amor, le comenta Juanita a su esposo Antonio.
Si, ya lo vi, espero salir de aquí antes de que esa lluvia se descargue sobre de este lugar., mujer. Contesta Antonio  a su esposa Juanita, ya preocupada…
 A la distancia vieron que se aproximaba un viejo con su perro, este cumplía con la descripción que la vieja Petronila, les avía dado del viejo Jacinto.
Antonio se les acerca a sus hijos, y les pide que por favor no vayan a molestar al anciano y su perro.
Es mejor llevarnos nuestra estancia en paz, les comenta a sus dos hijos.
Estos asintiendo con la cabeza, le dicen que si…
 
 
 
Al encontrarse la familia con el anciano Jacinto y su perro orejudo, estos lo saludan con respeto.
Buenas tardes señor.
El viejo Jacinto responde el saludo, quitándose el sombrero, buenas tardes tengan sus mercedes.
Los dos muchachos no pueden evitar soltar una sonrisilla, a lo que su mamá con la mirada como de rayo, se les queda viendo fijamente.
Antonio para hacerle platica al viejo Jacinto, le pregunta.
De que raza es su perro.
A lo que el viejo Jacón to contesta, mi orejudo es de las razas primigenias, del principio de los tiempos.
Los muchachos ya sin poder aguantar la risa, soltaron una carcajada… ja ja ja ja ja ja
El viejo Jacinto los mira de reojo y les comenta.
¿Acaso no creen lo que les digo?
Antonio responde rápidamente, claro que sí señor, no les haga caso a mis hijos…
Continúa Antonio y le pregunta.
¿Porque esas orejas tan largas de su perro?
El viejo Jacinto con una sonrisilla diabólica le contesta.
¡¡Esas orejas son para escuchar a la muerte!! Y continúa diciendo…
Cuando mi perro ve a la muerte esas grandes orejas se le paran de punta, como dos grandes cuernos…
Juanita asustada le dice a Antonio, ya vámonos mi amor, ya casi esta lista la camioneta.
Antonio contestándole nervioso, le dice, si mujer, creo que tienes razón., vamos muchachos dejemos en paz al señor, y apresurándose la familia, caminaron más aprisa., hasta llegar a la gasolinera.
¿Cómo va señor, ya mero están listas las llantas?, le pregunta Antonio con tono preocupado a Gaudencio.
Este le contesta, si ya solo falta un poquito, y Antonio tomando la llave de cruz, se apresura a ayudar a Gaudencio, apretando los birlos de la llanta de su lado izquierdo.
Bueno ya quedo, dice Antonio, ¿Cuánto le debo? Le pregunta a Gaudencio.
Son ochenta pesos, le contesta Gaudencio.
Está bien, tome cien pesos y ya déjelo así. Quédese con el resto.
Como vez mujer a ese viejo maldito, metiéndonos miedo con sus disparates y superchería, ya casi son las cuatro de la tarde, vengan muchachos con su madre y conmigo para despedirnos de doña Petronila y recoger nuestras cosas del cuarto de huéspedes…
Mientras tanto el viejo Jacinto, le decía a su perro orejón, como vez mi querido orejón, estos son los elegidos., el perro mirándolo fijamente asintió con la cabeza…
Doña Petronila ya nos vamos, gracias por su hospitalidad y por las historias que nos contó anoche.
No tenga cuidado señor, que vayan con Dios y tengan mucho cuidado de no encontrarse con el viejo Jacinto.
Que hombre más desagradable dice Juanita a doña Petronila.
¿Entonces ya se lo hallaron? Pregunta doña Petronila a la familia.
Si, le contesta Antonio, es un viejo que gusta de asustar a la gente con su superchería…
Doña Petronila los mira con preocupación y les dice.
No tengan cuidado, no le hagan caso, es un viejo loco. Y así recogieron sus cosas y se despidieron de doña Petronila. Esta les dedico una oración en cuanto vio que se alejaban de su vieja casa.,
Señor no permitas que ese viejo maldito les cause algún daño… protégelos de todo mal mi señor Jesucristo…
Ya en la camioneta los muchachos y sus padres vieron a la orilla de la carretera al viejo Jacinto, solo, sin su perro.
Que extraño? comenta el Joven Antonio, no se encuentra ese sarnoso perro con el vejete horroroso…
Cállate Antonio le ordena su madre, que tengo la sensación de que ese viejo nos escucha…
Pasando de largo por donde este se encontraba parado, y con un sentimiento de alivio, todos suspiraron aliviados, y dice el padre envalentonado.
Como no veo ese asqueroso perro orejón por la carretera y así poder arrollarlo, para enseñarle a ese viejo que no tiene ningún poder sobre de nosotros.
Así todos sonriendo a carcajadas continuaron su camino…
Ya empezaba a oscurecer y el aguacero se dejó caer sobre de ellos, Antonio tuvo que bajar la velocidad y le comenta a su esposa, que fea esta la tempestad.
Si mi amor, maneja con cuidado…. Responde juanita, preocupada
Los muchachos jugando con sus celulares se entretenían en la parte de en medio de la van, en eso fijan su mirada en la carretera y alcanzan a ver, al perro orejón…
Pero esta vez con sus orejas paradas, como cuernos…
Mira papá ese maldito perro, donde está, tan lejos del pueblo.
Ya llevaban como más de dos horas de camino.
¡¡¡Arróllalo papá!!! le dicen los dos hermanos a una sola voz.
El padre sin pensarlo se orilla un poco y se escucha un golpe seco, contra la parte delantera de la van, y se escucha como se quiebran los huesos del perro, debajo de la van….
Los muchachos le dicen con alegría, eso es todo papá, acabaste con ese sarnoso de una vez y para siempre, y así con carcajadas continúan celebrando…
Ya ven familia, les dije que solo eran supercherías de ese viejo loco y senil…
Cuando de repente se escuchó un  ladrido en dentro de la van, en el asiento trasero.
La familia sintió como un  escalofrió recorría su espalda y al voltear  al asiento trasero…
Vieron al orejón, con sus grandes orejas convertidos en dos grandes cuernos, sus ojos rojos, como dos grandes brazas y una sonrisa maligna que surcaba su cara.
A continuación se escuchan un chirrido de llantas y gritos aterradores… el papá al colocar la llanta del lado izquierdo, por las prisas y la falta de pericia., la dejo floja, provocando con esto y el piso mojado un fatal accidente, esto es lo que dirán los peritos de este fatal accidente,
Donde desgraciadamente todos perdieron la vida.
Pero la verdad la sabemos nosotros., que don Jacinto y su terrorífico perro, los avían entregado como ofrenda  a satanás…
Don Jacinto en aquel pueblo de la sierra de la huasteca sonreía satisfecho…
Muy bien hecho mi querido orejón, nuestro señor ahora está satisfecho…
Así que mi querido lector, tengan cuidado de un anciano y su perro por esos lugares de la huasteca.

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Published on e-Stories.org on 09.03.2015.

 
 

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