Rachel Díaz

Memorias inolvidables

Celeste seguía buscando el vestido que ocuparía su hija en la graduación, estaba completamente segura de que lo había guardado en el sótano… ¿El sótano?, Un lugar bastante pequeño, sin calefacción, casi sin luz.
-¿En serio? -se dijo-. ¿Cómo se me ocurre guardar su vestido acá?
Miraba en cada caja sucia que encontraba, Dios santo, en ese sótano se podría encontrar hasta una culebra, pero el hermoso vestido no aparecería jamás. Estaba tan sumida en hurgar la caja que tenía, que no escucho los pasos de Mayorie, su hija, y cuando esta le toco el hombro, perfectamente se habría podido llevar un infarto, y dio un grito que se escuchó hasta la cocina.
-Dios mamá, vas a provocar que llamen a los policías -dijo Mayorie burlona-. ¿Encontraste mi vestido? -No Mayorie, lo siento mucho, solo he encontrado un par de arañas por si te interesa-. (Celeste y Mayorie estaban acostumbradas a molestarse cada vez que pudieran) -¿Por qué no me ayudas hija?- De acuerdo-. Respondió resignada. Se propuso sacar una caja de la repisa que estaba cerca de ella, pero sus escasos 1.55cm no le ayudaron de nada, su madre era más pequeña aún asique miro al alrededor en busca de una escalera, pero de repente…
-¿Qué es eso mamá?-. ¿Qué?- Y se dirigió hacia una esquina del cuarto, le había llamado la atención un baúl, Se encontraba debajo de unas cajas, ropa y unas cuantas chucherías, estaba… ¿escondido?… Como si alguien lo hubiese puesto allí adrede, saco las cajas de encima movida por una curiosidad enorme. El baúl pesaba mucho, y estaba lleno de polvo pero se podía ver que tenía unas letras talladas…- “Memorias”- Dijo con tono extrañado.
-Hija, suelta eso inmediatamente-. Mayorie no se había dado cuenta que estaba leyendo en voz alta - ¡Suéltalo! -. Le grito eufórica-.
Mayorie siempre había sabido que su madre era completamente extraña, la amaba con su alma, pero la verdad era la verdad, nerviosa, histérica, buena persona, tenía corazón de abuelita… y extraña. Así describía a su madre. Pero esta vez no encontró motivo alguno de su rara actitud; Soltó el baúl asustada, casi por instinto, haciendo vaciar su contenido al suelo… Una prueba de embarazo positiva, una rosa marchitada, unas fotografías… ¿Quiénes aparecían?, cigarros, un zapatito de bebe. Mayorie no entendía nada, y tampoco le parecía grave, solo sentía…. ¡Vaya!... Cuanta curiosidad sentía, su madre le ocultaba muchas cosas y estaba dispuesta averiguarlas.
-¡Que has hecho Mayorie!-. Su madre se lanzó al suelo en forma dramática, -¡Que has hecho!-. Mayorie no sabía qué hacer, pero tomo las fotografías... –Tranquila mamá-. Miro las fotos -¿Quiénes son?-.
Mayorie era muy preocupada por su madre, pero esta vez, era distinto. Celeste sabía que su hija no era de las personas que escucharan una mentira y se quedaran tranquilas, no, Mayorie sabía muy bien que significaba la frase “El que la sigue, la consigue” y estaba asustada, porque esa personita pequeña, morenita, de pelo corto, iba a descubrir su mayor secreto.
Celeste observo las fotos, Mayorie pudo ver el sentimiento de dolor asomándose en sus ojos en forma de lágrimas, su rostro perdió el color moreno, y por primera vez la vio pálida como una hoja-. ¿Por qué hija?, ¡Nadie te llamo a meterte en lo que no te incumbe!-. Celeste reacciono, su hija no tenía la culpa de haber sido frágil y de no haber quemado esos malditos recuerdos y olvidarlos por completo…. Pero ella sabía que eso era imposible.
-Hija… ¿sabes de qué murió el gato?-. Dijo mirando el suelo.
-No tenemos ningún gato mamá, no me camb… - Si sé- La interrumpió Celeste-. El dicho, “La curiosidad mato al gato”… Tú eres el gato, no preguntes si no quieres escuchar la respuesta-.
-Mamá, no soy ningún gato, y quiero saber que significa todo esto de griteríos y cosas raras-. Mayorie, ¿Estas segura de querer saber qué significa esto? -. Cuéntame-. Su hija no descansaría hasta saber la verdad.
Celeste se limpió las lágrimas, tomo las fotografías, las observo con nostalgia y tomo la prueba de embarazo… - Esta -.Comenzó a decir- no corresponde a mi embarazo de ti, ni al de tu hermano Gaspar, - hizo una pausa- Trae esa silla hija, siéntate… -Tomo aire- Hace 30 años en la secundaria, yo conocí a un chico, y lo amaba….
Santiago, Chile. 1990
-¡Celeste!-. Grito Orlando ahogado de alegría- No era que Celeste nunca llegara tarde, pero esa vez había superado su record, 1 hora esperándola bajo el calor abrazador de un día de verano. Se habían quedado de juntar en la plaza de armas, allí la gente corría de un lado para otro y a Orlando eso lo mareaba, solo quería ver la silueta pequeña y curvilínea de Celeste corriendo hacia él con una sonrisa contagiosa, allí venia ella…. Pero no venía sonriendo, como lo supuso…
-Perdona el retraso cariño-. Celeste se veía nerviosa, llego a su lado mirando el suelo, en sus 6 meses de noviazgo no recordaba haberla visto tan… triste… si se podría decirle así, no encontraba otra palabra.
-¿Estas bien bebe?-. Vio como Celeste se sentaba a su lado, se veía hermosa, igual que siempre, le ofreció un cigarro con intención de animarla, pero ella lo rechazo… Eso sí era para preocuparse, recordaba como fumaban hasta hartarse en cualquier estado de ánimo, un cigarro siempre animaba.
-¿Qué… sucede?-. Dios santo, que no sea lo de las drogas
-Orlando, te defraude-. Oh si, era lo de las drogas, maldita sea, no pudo tener su boca cerrada -¿Qué hiciste?, cuéntame y sin rodeos-.
-Cuando te cuente, me dejaras… -Lo tendrás que averiguar-. Dijo fríamente, claro, si no pudo mantener su mercancia oculta un tiempo más y lo había acusado, que no pensara otra cosa.
-Orlando, no puedo más con esto- Celeste intentaba aguantar las lágrimas- No puedo… -Celeste, mírame bebe, cuéntame ahora, ¡Ahora! -. Orlando… estoy embarazada…- Dijo con mucho miedo, Celeste sabía que su novio no era de los mejores, sabía que ella a los 17 años no podría hacerse cargo de un bebe y menos él con su mal genio y su inmadurez, ella esperaba que la apoyara, pero lo dudaba mucho. Sí lo conocía bien, agarraría su mercancía y se iría a traficar a otro lado… Orlando era buen mozo, alto y blanco, no parecía mala persona, cualquiera que lo viera diría que era de los barrios altos, pero ella sabía que no era así… Las apariencias engañan y ese era un muy buen ejemplo.
-¡¿Que estas qué?!-. Orlando se había levantado. Celeste se asustó, se estaba esperando ese momento…. – Cariño, no sé qué salió mal, yo me cuide, perdóname… - ¡No! - Se había puesto histérico y gritaba como animal, la gente a su alrededor lo miraba… Se quedó mirando el suelo… esto era malditamente peor que si le hubieran encontrado las drogas, pensó un momento, la miro con desprecio y dijo -¿Te harás un aborto, cierto?- ¿Un aborto?, Dios, jamás hubiera pensado en un aborto, ella tendría a su bebe, con su ayuda o sin ella. –No Orlando…. No. – ¡¿Qué no?! ¿Cómo mantendrás a un crio Celeste?, no te has puesto a pensar en tus padres…. Ni en mí. No seas egoísta, no me hare cargo de ese niño.- Esa frase la destruyo por completo, quería llorar, quería que nada de eso estuviera pasando que solo fuera una pesadilla y fuese a despertar a la hora de tener que ir al liceo – No lo hagas-. Dijo completamente decidida, se levantó con orgullo, lo miro de reojo –Adiós Orlando-. Y se dirigió por donde vino, no escucho nada, ni tampoco que alguien la tomara por el brazo y la detuviera. No lo volvió a ver, hasta un año después.
Celeste caminaba tranquilamente por la calle con un bebe en brazos, era una niñita, “un ángel caído del cielo” fue lo primero que dijo al verla nacer, su familia la acepto, mejor de lo que esperaba, Celeste siempre seria de la familia, incluyendo sus errores… Estaba feliz yendo a comprarle un vestido a su hija, ¿Rosado o Naranjo?- Pensaba mirando el semáforo, le dio verde y cruzo, algo la saco de sus pensamientos, una bocina, gritos de la gente y luego un destello…. ¿Qué rayos paso?
Ahora veía todo en cámara lenta, ella estaba boca arriba mirando a la gente que se amontonaba a su alrededor, no escuchaba nada, solo veía como las bocas gesticulaban con un gesto de horror, trato de moverse sin éxito alguno. ¿Y su bebe?, ¡Dios! Que alguien le pasara a su bebe…. Se rindió al sueño y luego no supo de nada.
-No, ya está despertando, tranquila Sra. Pudimos salvar a la mamá-. Dijo alguien, ¿Qué significaba eso?, abrió los ojos, ¿Y ellos? - ¿Dónde estoy? -. ¡Celeste!- alguien la abrazaba y lloraba, no sabía quién era, pero ese abrazo, solo lo podía dar una persona -¿Mamá?-. Si cariño, soy mamá. Ahora podía ver con claridad, se reincorporo, -¿Qué me paso?- Cariño, te atropellaron, estas en la clínica-. ¿Y mi bebe? –Hubo un silencio - ¿Dónde…. Dónde está? Miro a su mamá… ella le entrego esas miradas que siempre le dejaba cuando algo andaba mal y negó con la cabeza.
-¡No!-. Celeste lloraba... ¡No mi bebe!, ¡Por favor!, ¡¡Denme a mi bebe!! -Cariño, hicieron… todo lo posible- Su madre lloraba con ella. Saco de su cartera un zapatito de guagua, beso a Celeste en la frente y se lo dejo en el velador – Nunca niegues a quien lo ocupaba, te amo. Todos se retiraron del cuarto, dejando a Celeste sola… se entregó al sueño.
-Y cuando te vi, sentí tanta envidia, no sé qué me paso Celeste, no fue mi intención….- ¿Qué rayos?, ¿Quién era ese? –Hola Celeste, al fin despiertas -¿Quién eres?-. Vio a un chico guapo, blanco, ojos almendrados. –Soy Orlando cariño-. ¿Orlando? ¿Y ese pequeño bastardo que venía hacer allí?, ¿Cómo se enteró de su accidente? –Bebe, lo siento tanto, no debí hacerlo, fui un tonto, solo quería darte un susto, no pensaba atropellarte… -. ¿Atropellarme? – Sí cariño. Bebe, no tengo mucho tiempo, me persigue la policía, encontraron las drogas, solo vine a decirte una cosa… Ahora que no tienes a la bebe, podemos ser felices.-Celeste nunca lo pensó de ese modo, fuera como fuera, amaba a Orlando con todo su ser. Quizás el choque le atrofio las neuronas... o quizás no. – Te amo Orlando, no quiero vivir otra vida más que contigo. –También te amo bebe. Traía consigo una rosa, y la puso en su velador junto al zapatito –Volveré por ti, antes que esta rosa se marchite. Y la dejo en su penumbra, nuevamente sola.
Valparaíso, Chile. 2020 Mayorie lloraba –Nunca más lo volví a ver- Dijo Celeste, sonriendo cálidamente a su hija
Se escucharon pasos, era Fabián, el padre de familia -Niñas miren, estaba en mi armario-. Dijo triunfante, elevando el hermoso vestido violeta.

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Published on e-Stories.org on 04.08.2013.

 
 

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