Jose Carlos Bartolome Barahona

El Cuarto Reich o la Segunda Gran Depresión


Prólogo
 

 
Muchos se preguntan todavía hoy en día, como es posible, que en una época relativamente cercana en términos históricos como fue la convulsa primera mitad del siglo XXI, se pudiera producir una debacle económica como la que ocurrió.
 

 
Hay que entender que pese a que las ciencias técnicas habían avanzado mucho, las ciencias sociales, como la economía, se encontraban todavía casi en sus albores, por eso hay que analizar los hechos en su contexto, y es lo que trata este libro, de bucear en la historia reciente y narrar lo que ocurrió en aquellos años de penuria.
 

 
Los alemanes acuñaron ellos mismos el término de tercer Reich para referirse al tercer “imperio”, que fue el periodo de dominación nazi, que acabó con el fin de la segunda guerra mundial. La propia propaganda nazi, pensaba que el primer reich, fue el sacro imperio romano-germánico, que el segundo imperio fue el de 1871, y que en la época previa a la segunda gran guerra se produjo el tercer reich.
 

 
Algunos historiadores han tratado de comparar de forma bastante injusta a Angela Merkel con Adolf Hitler. Es cierto que ambos fueron elegidos democráticamente, y que el populismo guió su actuación, es cierto que ambos tenían ideas mesiánicas, Hitler basado en la supuesta superioridad de la raza aria y Merkel en las bondades de la austeridad a toda costa, pero las diferencias son muy grandes, ya que Hitler tuvo voluntad de conquistar el mundo por la fuerza, mientras que Merkel se limitó a ejercer de la mejor forma que sabía, teniendo en cuenta los conocimientos de su época, el liderazgo económico que correspondía a
la Alemania de la primera mitad del siglo XXI.
 

 
Tampoco parece correcta la analogía que subyace al usar el término IV Reich para referirse a lo que,  en realidad, fue la segunda Gran Depresión. Es cierto que fueron los alemanes los causantes de la catástrofe, es cierto que fueron haciendo quebrar país por país, a sus vecinos europeos. En el tercer reich, Polonia fue el primer país invadido, y en el cuarto, fue Grecia la primera economía que hicieron quebrar, es cierto también como pasó a mitad del siglo XX, que el mal europeo se extendió por todo el mundo y en vez de tercera guerra mundial tuvimos segunda Gran Depresión, pero también de alcance glotal.
 

 
Pero ahí se acaban las analogías. La intencionalidad detrás del mal llamado “cuarto reich o imperio”, sería la dominación económica del mundo, ya que los alemanes estaban muy escarmentados tras la segunda Guerra mundial de las aventuras militares. Sin embargo, nunca fue esa su intención. No pretendían dominar el mundo de forma económica, sino que intentaron solucionar lo que en principio fue una gran recesión con armas económicas que no funcionaron (¡era imposible¡) y acabaron provocando un gran desastre.
 

 

 
En fin, en el vocabulario popular, e incluso dentro de los historiadores económicos se ha impuesto la denominación de IV Reich para este período de tiempo, y es imposible hablar de él sin utilizar este término, por más que nos parezca inadecuado.
 

 

 

 

 

CAPITULO 1
 

 
¿Cómo empezó todo?
 

 
Corría el verano de 2007. Después de un fructífero período de 15 años de crecimiento  mundial, el mercado se había olvidado de los riesgos. Además, en aquel entonces la teoría economía no había elaborado todavía, el Teorema de
la Prevención de Burbujas de Activos.
 

 
En la segunda mitad del siglo XX se aprendió de forma muy efectiva a controlar la inflación de precios de los bienes de consumo. Precisamente la hiperinflación alemana en el período de entreguerras, y sus consecuencias habían persuadido a todos los reguladores de la imperiosa necesidad de establecer controles estrictos sobre los precios de los bienes y servicios que se consumen. La inflación estaba perfectamente controlada.
 

 
Aunque, la guinda definitiva que acabó con la inflación no fueron los estrictos controles de los países y su seguimiento del IPC, sino un fenómeno que apareció a finales del siglo XX y principios del XXI, es decir la época a la que nos estamos refiriendo en este texto. El fenómeno fue la globalización. La aparición de Internet, las nuevas tecnologías y el propio ritmo de desarrollo convirtieron el mundo en una “aldea global”, casi tanto como lo es hoy en día, y eso provocó la desaparición de la inflación de forma definitiva. Cualquier país emergente estaba dispuesto a fabricar más barato, era prácticamente imposible que subieran los precios de los bienes de consumo.
 

 
Pero, a finales del siglo XX, apareció una nueva forma de inflación, que si bien, había existido desde siempre nunca creó crisis de forma tan recurrente: La inflación del precio de los activos. Primero fue la gran crisis japonesa de finales del siglo XX, donde estalló una enorme burbuja especulativa del precio de varios activos a la vez: inmobiliarios, bursátiles, bancarios, etc. Luego fue la llamada crisis de las punto com, ya en el inicio del siglo XXI, que fue también una crisis  provocada en este caso por el estallido de una burbuja de activos bursátiles que se había formado en torno a las empresas tecnológicas, y por último fue la gran burbuja inmobiliaria y de activos de renta fija que se había ido formando durante varios años y que explotó en el verano de 2007 de forma estruendosa causando lo que primero fue la “gran recesión”, para convertirse después en el IV Reich.
 

 
Ahora, gracias a Matthew Rosberg y a Kanira Rajvin, que formularon el Teorema de
la Prevención de Burbujas de Activos, premios Nobel de economía del 2044, sabemos que las burbujas tienden a explotar en más de un 90 por ciento de los casos, es decir no existen los llamados aterrizajes suaves, y que es necesario establecer un IPA (índice de precio de los activos), igual que un IPC (índice de precios al consumo) para controlar subidas indeseadas de precios, tanto de unos como de otros.
 

 
Afortunadamente hace muchas decenas de años que se controla el IPA y ya no es un problema, como lo dejó de ser en su día también el IPC, pero si nos remontamos al año 2007, cuando todo empezó, los precios de los activos no se controlaban y se formaban burbujas que explotaban de forma estrepitosa dando origen a penosas crisis económicas.
 

 
El mecanismo de transmisión de la explosión de la burbuja a la crisis es bien conocido, gracias entre otros muchos a los trabajos del profesor Yu Lin Hu, Nobel de economía del 2108, que explica en su famoso libro “Etiología de las Crisis económicas”, donde clasifica y describe los distintos tipos de crisis, que las crisis de tipo burbuja se producen porque se crea una ilusión de riqueza al aumentar el valor de los activos de forma incontrolada. Esta ilusión se quiebra de forma brusca cuando estalla la burbuja, y los propietarios de los activos, se sienten empobrecidos de forma súbita, lo que les obliga a reducir el consumo de manera drástica y aumentar el ahorro.
 

 
Esta decisión individual, tomada al unísono por muchos individuos al mismo tiempo, hace que baje el nivel de consumo global, y por tanto desciende la demanda agregada de forma tan notable, que incluso con el consumo público tratando de compensar la falta de demanda, al final se produce una fuerte caída del consumo total que da origen a menor producción, más desempleo, y todo el ciclo recesivo conocido.
 

 
Los mercados financieros reaccionan a la baja, la sensación de miedo se extiende, produce falta de confianza y provoca que todavía haya una propensión mayor al ahorro y a no consumir. En fin, se crea un círculo vicioso del cual solo se sale, creando confianza, estimulando la economía y restableciendo los niveles de consumo.
 

 
Sin embargo, en aquel verano de 2007, todo esto no se conocía con la fiabilidad que se conoce ahora. En julio de aquel año, el índice iTraxx que se puede considerar un primitivo y vetusto predecesor de nuestro actual Supertracker, es decir era un indicador del riesgo de crédito, estaba en niveles mínimos. Los inversores en su conjunto habían despreciado el riesgo de crédito y de ahí que se produjera la burbuja de los activos de renta fija. No sólo bonos, sino todo un conjunto de productos estructurados sintéticos que se elaboraron a partir de éstos.
 

 
En aquel tiempo, hay que tener en cuenta que todavía no se había elaborado
la Teoría de las Probabilidades Centrales Discretas de Koriakov, y la medición del riesgo era muy rudimentaria, hasta el punto que no se conocía como ahora de forma exacta y matemática la probabilidad de default de cada activo de renta fija en cada momento del tiempo, sino que era el mercado, a través de los inversores el que “estimaba” las probabilidades de quiebra de un emisor.
 

 
Hoy en día nada de esto habría ocurrido, ya que el desarrollo de la matemática probabilística ha posibilitado medidas muy exactas de todo tipo de riesgos, pero en aquel entonces ocurrió lo peor: se formó la burbuja, que no se supo como prevenir debido a una más que incorrecta valoración del riesgo, y la burbuja estalló, como era de esperar.
 

 
La crisis explotó de forma súbita. El índice iTraxx subió en muy poco tiempo de niveles cercanos a
20 a máximos de 77 en apenas unos días. La confianza se había perdido, el mercado empezó a ser consciente de que no había valorado bien el precio de los activos, y se produjo una brutal repreciación. A finales de 2007, el iTraxx cotizó por encima de los 200 puntos.
 

 
Enseguida se extendió a otros activos y mercados, ya que, aunque los mercados financieros no funcionaban con la exactitud e inmediatez con la que lo hacen ahora, el contagio se produjo de forma paulatina. Así, el primer mercado afectado fue el de la liquidez, en el mes de agosto de aquél fatídico año, una reliquia como fue el mercado interbancario de depósitos empezó a desaparecer. Si los activos no valían lo que se había pensado, los bancos que poseían esos activos tampoco valían lo que se creía. No se les podía prestar.
 

 
Aquí debe aclararse que en aquella época, aunque hoy parezca increíble, funcionó durante bastantes años un mercado interbancario de depósitos, donde los bancos se prestaban entre si dinero sin ninguna garantía, solamente por ser entidades financieras. Con los sistemas matemáticos de medición de riesgos que hoy tenemos eso resultaría imposible, pero en aquél entonces ese mecanismo anacrónico funcionó e incluso permitía que la liquidez se distribuyera en el mercado de forma eficiente.
 

 
Cuando la liquidez dejó de funcionar, los Bancos Centrales pensaron que había llegado el momento de intervenir. Lamentablemente no se les ocurrió pensar que si el mecanismo de distribución de la liquidez se había roto habría que sustituirlo por uno nuevo. Tardaron varios años en darse cuenta, demasiados.
 

 
En realidad, todo esto ocurrió durante el mandato de Jean Claude Trichet como Presidente del Banco Central Europeo. Trichet ha pasado a la historia como el peor presidente del BCE, durante su gestión se cometieron errores fatales que tuvieron consecuencias muy graves, y aunque muchos historiadores le llaman el “colaboracionista”, por esa injusta analogía bélica con la segunda guerra mundial, y su supuesto seguidismo de las tesis alemanas, lo cierto es que los errores fueron muy abultados.
 

 
El primero, como se ha comentado fue no arreglar el funcionamiento del mercado interbancario. Lo hizo Draghi su sucesor al frente del Banco Central Europeo, pero ya muchos años después. Era obvio que sin confianza entre las entidades financieras no podía funcionar un mercado de depósitos sin colateral, por eso las entidades se empezaron a prestar contra colateral, pero los colaterales con la crisis generalizada de Deuda empezaron a no ser suficientes, y al final se llegó a una solución sencilla, pero eficaz.
 

 
Fue el propio BCE el que emitió colaterales, con el simple objeto de que los Bancos los pudieran intercambiar y así distribuir la liquidez y restablecer el funcionamiento del mercado interbancario de depósitos.

La Reserva Federal, El Banco de Inglaterra, el de Japón, etc. siguieron en seguida con la iniciativa. Dado que todos los bancos centrales proveen de liquidez al sistema bancario, como mecanismo para poder fijar el nivel en el que quieren que estén los tipos de interés, la solución adoptada fue aportar parte de esta liquidez en forma de certificados de depósito del propio Banco Central. Es decir un colateral exento de riesgo de crédito y que puede intercambiarse sin problemas.
 

 
Hubo más errores graves en la gestión de la crisis de Trichet. El que más se recuerda hoy en día es la subida de tipos de interés que hizo a principios del verano de 2008, cuando ya la crisis había empezado y estaba dando síntomas tremendos de caída de la actividad.
 

 
Parece increíble que en medio de una recesión de esa naturaleza, se puedan subir los tipos de interés. En aquella época no se relacionó directamente, pero han sido estudios posteriores los que ligaron aquella subida de tipos con la quiebra del Banco de Inversión americano Lehman Brothers, que marcó otro de los puntos negros del inicio de la segunda Gran Depresión. En efecto, Trichet subió los tipos a principios de verano, se frenó en seco una tímida recuperación de las Bolsas y de la confianza y al final del verano quebró Lehman, provocando un fuerte terremoto económico con la confianza bajo mínimos.
 

 
El detonante de esta subida de tipos, hubiera sido imposible hoy en día, pero entonces todavía estaban mezclados activos de inversión con “commodities”. Es algo incomprensible, pero, a pesar de que en aquella época se debatía sobre los mercados y la necesidad de regularlos. No fue hasta el final de la segunda gran depresión en la década de los años 40 del pasado siglo XXI cuando, la primera ministra francesa de la época, Catherine Depuy, propuso con éxito que se clasificaran los mercados entre los que se podrían considerar activos de inversión: Como los bonos, la bolsa, los inmuebles, etc. y “commodities”, que son básicamente las materias primas, incluidos cereales, trigo, maiz, aceite de soja, y claro petróleo, es decir todos aquéllos que tienen una incidencia directa en el comportamiento de los IPC.
 

 
Esta separación se hizo al hilo de los trabajos que se publicaron en aquélla época para controlar el IPA (Índice de Precios de los Activos), de forma separada y al unísono con el IPC (Índice de Precios al consumo), tal y como se ha comentado anteriormente, de tal forma que hubo que separar lo que se consideraban activos de inversión de lo que eran materias primas sujetas al IPC. Y sobre éstas últimas se estableció la prohibición de tomar posiciones especulativas, obligando a que la entrega en los mercados de futuros fuera siempre física, entre otras medidas, sobre todo de tipo fiscal, para evitar tomas de posiciones que solo llevaban a una volatilidad extrema en el precio de las materias primas y a movimientos incontrolados en los IPC de los países.
 

 
Si esta medida hubiera estado en vigor a principios del verano de 2008, el precio del petróleo no se hubiera disparado de la forma tan artificial como lo hizo, la inflación no hubiera subido y Trichet no hubiera subido los tipos del euro provocando la quiebra de Lehman. Pero todo esto son especulaciones, los hechos son bien conocidos y ocurrieron de la forma que todos sabemos, desgraciadamente en 2007-2008, la inflación de activos no estaba controlada y los activos de inversión estaban mezclados con las materias primas.
 

 
Hubo un tercer gran error del Sr. Trichet, que aunque fue corregido inmediatamente por Draghi también causó estragos. Al inicio de 2011, todos los países del llamado G-20 (que era un grupo de los 20 países más importantes del mundo a efectos económicos), estaban creciendo con cierta regularidad. El miedo patológico de los alemanes a la inflación llegó enseguida al BCE, y a Trichet se le ocurrió subir dos veces los tipos de interés del euro, aunque Draghi, su sucesor los bajara ese mismo año a finales, el daño ya estaba hecho, la economía se resintió, las Bolsas mundiales sufrieron, se perdió de nuevo la frágil confianza lograda y se sembró el terreno para

la Gran Depresión, que como veremos empezó el año siguiente.
 

 

 

CAPITULO 2
 

 
El inicio del IV Reich
 

 
Aunque la literatura económica ha puesto de acuerdo a los historiadores, y se suelen referir al IV Reich como el período comprendido entre 2007 y 2022, al que también se llama de forma indistinta la “segunda gran depresión”, lo cierto es que en este texto, a efectos de poder desmenuzar la explicación de los sucesos de todos aquéllos años de forma pormenorizada, hemos preferido utilizar tres fechas distintas que marcaron hitos diferentes, aunque hoy en día desde la lejanía todo parece que ocurrió al mismo tiempo.
 

 
Por eso nos referiremos al año 2007 como el del inicio de la “Gran Recesión”, ya que al principio fue tan solo eso. Llamaremos al año 2010 el del inicio del IV Reich coincidiendo con las dudas sobre la solvencia de Grecia y la falta de soporte alemán a una solución al conflicto. Y será el año 2012 el que designe el inicio de

la Gran Depresión propiamente dicha.
 

 
El IV Reich empezó por tanto en 2010, en abril, cuando Grecia empezó a mostrar síntomas de problemas de financiación en los mercados, por lo abultado de su déficit público, y de forma incomprensible hoy en día, Alemania decidió no acudir en su ayuda en bloque con toda la zona euro detrás sino castigarla con medidas de austeridad que produjeron la quiebra inevitable de aquél país, que fue el primero de una serie de países europeos que fueron cayendo como fichas de dominó, de una forma totalmente previsible y parecida a las invasiones de Alemania durante

la Segunda Guerra mundial, de ahí el nombre que se le ha puesto a esta crisis de IV Reich.
 

 
¿Qué la pasó por la mente a Angela Merkel para provocar la quiebra de Grecia? ¿Cómo pudo pensar que en un mundo que ya se había globalizado aquello no le iba a acabar afectando? ¿Cómo fue posible este tipo de decisión?. Hoy en día es difícil buscar una explicación, sin embargo buceando en los archivos de Google Press, en noticias de prensa de aquella época y comentarios editoriales, hemos llegado a la conclusión que quizá a Merkel le faltó altura de miras, le falto talla de estadista, y sobre todo le falló el plazo de sus decisiones. Parecía preocupada por su posible reelección en las siguientes elecciones de forma exclusiva y no por las consecuencias a largo plazo de sus decisiones.
 

 
En este contexto hay que entender que en aquél entonces, el Tribunal de
la Haya solo se ocupaba de los crímenes de guerra, que eran los únicos que se juzgaban como crímenes contra la humanidad. Los crímenes económicos, o tecnológicos o contra el medio ambiente, que ahora son también competencia del tribunal internacional con sede en Holanda, no eran juzgados entonces.
 

 
Recordemos que el primer caso de crimen económico por el que fue juzgado un primer ministro, fue el de James Cameron, primer ministro del Reino Unido, y nieto de otro primer ministro británico, que cometió la imperdonable negligencia de decidir la conocida como “salvaje devaluación de la esterlina”, lo que provocó el desastre de la economía inglesa y el fin de
la City como centro financiero mundial. Fue juzgado por el alto tribunal de
la Haya y condenado a 15 años de internamiento.
 

 
Pero Merkel ni siquiera fue juzgada por su actuación, simplemente perdió las elecciones cuando el sabio pueblo alemán pudo comprobar la magnitud de la debacle que se había causado. Es más, en aquella época, salvo algunas voces críticas, se la consideraba generalmente una dirigente sensata. De hecho, aunque contaba con la ventaja del poderío económico alemán, logró imponer sus tesis, al resto de socios europeos y de alguna manera, al mundo entero.
 

 
Alemania no quería dominar el mundo, ni siquiera de forma económica, pero lo hizo y provocó un nuevo desastre mundial, el tercero consecutivo en poco menos de un siglo. Por eso los historiadores hablan del IV Reich. En definitiva tampoco hay tanta diferencia en imponer ideas por la fuerza de las armas o imponer ideas por la fuerza del dominio económico.
 

 
Una vez que la entonces Unión Europea empezó a funcionar, Angela Merkel, solo se limitó a cumplir con su papel de líder de Alemania, de
la Alemania de entonces y por extensión de líder de

la Unión Europea. Convenció, u obligó, depende como se mire, a Francia de que las únicas políticas económicas posibles eran las suyas, y como veremos mas adelante convenció al mundo también.
 

 
Algunos países del sur de Europa protestaron tímidamente. Sobre todo los que sufrieron los duros ajustes que imponía Alemania, y los que quedaban ante el mundo como incumplidores y poco fiables países dedicados al derroche económico. Pero las tesis alemanas se impusieron. La disciplina siempre ha sonado mucho mejor que el ingenio para saber manejarte con orden, sobre todo en períodos de crisis y por tanto de desorden.
 

 
Los países europeos que sufrieron los primeros rigores del IV Reich eran pequeños y débiles en cuanto a poderío económico: Grecia, Irlanda, Portugal…Pasó un poco como con Polonia, y los demás países limítrofes de Alemania, salvo la ocupación francesa y el intento de invasión al Reino Unido que desencadenaron la respuesta aliada.
 

 
Alemania estuvo muy remisa a actuar durante todo el año 2010 y 2011, incluso en el 2012 cuando

la Gran Depresión azotaba de forma cruel, siguió con el procedimiento de patada a seguir, nuevas cumbres europeas, nuevos mecanismos de rescate, intento de involucrar al FMI, intento de involucrar a los propios bancos privados en la resolución de los problemas, todo menos hacer lo que había que hacer y todo el mercado le demandaba, hasta que fue un auténtico clamor en 2013 y no tuvo más remedio.
 

 
En esta época se avanzó algo en la construcción de

la República Europea Unida, pero los avances fueron lentos, tímidos, deslabazados, Cada paso parecía requerir un esfuerzo enorme, cada cumbre se saldaba con decepcionantes medidas para el mercado. Sin embargo, en esta época se cimentó el liderazgo alemán sobre toda Europa. Se hacía lo que Alemania dictaba, y eso fue lo que provocó

la Gran Depresión.
 

 
Ya en el año 2011, las fichas de dominó de los países cayendo uno a uno llegaron a amenazar fuertemente a Italia y a España. Italia era la tercera economía en tamaño de la zona euro y España la cuarta. La cosa había llegado a mayores, pero Alemania no se inmutó. Impuso un cambio de Gobierno en Italia, al igual que en Grecia, se prefirió poner al frente a tecnócratas en vez de los legítimos Presidentes elegidos en las urnas. El argumento es que sabrían manejar mejor la crisis, pero lo cierto es que ambos procedían del ámbito del Banco Central Europeo, tanto Monti como Papademos, y por tanto estaban muy acostumbrados a la disciplina germánica.
 

 
En definitiva se trataba de aplicar las políticas que mandaba Alemania, con independencia de las necesidades de cada país. En cierto sentido, para algunos historiadores actuales, era como si Alemania hubiera nombrado procónsules parecidos a la época del imperio romano que se ocupaban del Gobierno de “Las provincias” conquistadas.
 

 
Las similitudes imperiales son muchas y por eso no debe extrañar que se haya impuesto la denominación de IV Reich o Imperio, aunque insistimos en que no parece un término justo para referirse a este período de tiempo.
 

 

 

CAPITULO 3
 

 


La Segunda Gran Depresión
 

 
Aunque para el consenso del conocimiento económico la segunda gran depresión empezó en
2007, a efectos didácticos como se ha comentado anteriormente, pensamos que es mejor explicarla como si hubiera empezado en el 2012.
 

 
Los errores de Alemania en la conducción de la economía europea, pasaron factura de forma inevitable. Su pánico a la inflación se transmitía de forma automática al Banco Central Europeo y a sus actuaciones, o mejor dicho su falta de intervención comprando bonos públicos de forma masiva, de tal forma que el euro era la única moneda del mundo que no tenía realmente un Banco Central detrás.
 

 

 
Es difícil imaginar como una Comunidad como
la Alemana, que se caracteriza por su sentido del orden y la disciplina y que ha contribuido durante varios años con varios Jefes de Gobierno de

la República Europea Unida, e incluso algunos Presidentes de la propia República, pudiera causar en su día la debacle del IV Reich, pero la historia no se puede cambiar, es testigo mudo de lo que sucede.
 

 

 
Los hechos se sucedieron de forma un tanto sorprendente. Una sola palabra bastó para cambiar el curso de la economía mundial. Parece imposible que así fuera, pero ocurrió.
 

 
La señora Merkel acuñó el termino AUSTERIDAD. Nunca una sola palabra ha tenido efectos tan devastadores, nunca en la historia económica se había producido algo como lo que se produjo entonces y desde luego nunca se repetirá.
 

 
El carácter prusiano y calvinista de Angela Merkel, su propia personalidad y educación le hicieron ver que con austeridad para toda Europa se solucionaría el problema. La confianza volvería,
la Deuda Pública se reduciría, el déficit fiscal bajaría, etc. etc.
 

 
Pero todos sabemos que aplicar austeridad a un enfermo de recesión equivale a hacerle una sangría con sanguijuelas, como las que se usaban en el siglo XVIII para sanar a los enfermos. Estamos purificando la sangre se decía, pero en realidad se debilitaba más y más al enfermo. Claro purificar suena muy bien, pero la realidad es que no se purificaba nada sino que el enfermo cada vez perdía más fuerzas.
 

 
Con la austeridad pasó algo similar. El primer país en caer fuer Grecia, se aplicaron diversos planes de austeridad, pero el resultado estaba cantado de antemano, cada vez crecían menos y cada vez tenían más déficit público y más deuda. Desde Alemania se insistía en el carácter tramposo de los griegos, en su falta de disciplina, en su poca fiabilidad, pero lo cierto es que lo convirtieron en un país totalmente inviable. Si hizo una quita “disfrazada” del 50 por ciento de

la Deuda Pública, pero no fue suficiente. Grecia era totalmente inviable.
 

 
La siguiente víctima fue Portugal. Antes Angela Merkel con su palabra mágica de austeridad había logrado convencer a toda Europa de que el único camino era ese, que había que hacer presupuestos cada vez más austeros, reducir el gasto.
 

 
Pero todos sabemos desde la época de Keynes, que la demanda agregada es la suma del consumo privado más el consumo público. Si el consumo público se reduce porque hay que practicar la famosa austeridad y el consumo privado no toma el relevo porque falta confianza en el funcionamiento de la economía el resultado es obvio, la economía no solo no crece, sino que decrece y el déficit público no solo no disminuye sino que aumenta.
 

 
Eso le ocurrió a Portugal enseguida en la primera mitad de 2012. Su PIB bajaba a ritmos anuales próximos al 6 por ciento. Segundo país inviable. Aunque en este caso no se hizo una quita, como en el caso griego, porque en la cumbre europea de finales de 2011 se había prometido que Grecia era una excepción, lo cierto es que Portugal estaba en quiebra técnica, con semejantes cifras de decrecimiento su Deuda Pública aumentaba a ritmos alarmantes y necesitó mayores ayudas por parte del FMI y de
la República Europea Unida (entonces llamada Unión Europea).
 

 
Lo cierto es que Portugal no quebró nominalmente, pero estaba quebrado “de facto”. Para describir a este tipo de países, se acuñó un nuevo término eufemístico de los que tanto gustaban en Europa en aquella época, pasaron de ser países rescatados (por el FMI) a países temporalmente suspendidos, porque formalmente
la República Unida de Europa les suspendía de forma “temporal” de cumplir sus compromisos de déficit público por debajo del 3 por ciento del PIB, algo que, en realidad ,era totalmente inalcanzable para ellos.
 

 
No tardó mucho en unirse a la lista de países suspendidos temporalmente Irlanda. El caso irlandés fue bastante singular, ya que había logrado sobrevivir a los fuertes ajustes que tuvo que hacer inicialmente de forma reiterada, pero en la fatídica cumbre europea de finales de 2011, Alemania no solo logró imponer la temible palabra austeridad, sino que también impuso la armonización fiscal del impuesto de sociedades. Irlanda que se había convertido en una especie de paraíso para las empresas y así logro capear los inicios de la crisis tuvo que subir su impuesto de sociedades y armonizarlo con el resto de Europa, y eso le llevo a convertirse en otro país inviable.
 

 
En medio de todo este desbarajuste, en Europa no se paraba de discutir sobre el funcionamiento de los mercados. Se pensó en regularlos, se hablaba de tasas fiscales a las transacciones bancarias, se habló incluso de conspiración anglosajona de los mercados contra Europa, con la ayuda de las agencias de rating, que tuvieron un papel estelar en aquella época. Pero lo cierto es, como ahora sabemos, que los mercados cotizan básicamente lo que ven. El dinero no se apuesta de forma irresponsable. El dinero es muy importante para los inversores, y solo se invierte de forma muy racional.
 

 
Es cierto que los mercados funcionaban de forma mucho más lenta que ahora y mucho más volátil, pero en definitiva solo reflejaban la realidad aunque lo hicieran con excesiva brusquedad, o con tendencias que tomadas en períodos de tiempo cortos y concretos pueden parecer totalmente irracionales, pero en su conjunto y vistos desde esta perspectiva que da el paso del tiempo fueron bastante acertadas y reflejaron la realidad de la economía de aquéllos años.
 

 
Las agencias de rating solo consiguieron empeorar las cosas de forma bastante torpe. Su comportamiento era muy “procíclico”, Durante los años de vacas gordas previos a la crisis actuaron con mucha laxitud, los riesgos eran pocos, según ellos y casi no existían. Sin embargo, cuando la crisis estalló, fueron endureciendo progresivamente su postura, cada vez los riesgos les parecían mayores, y con sus bajadas de rating agravaron de forma notable lo que primero fuer una recesión para convertirse luego en la mayor depresión que se conoce.
 

 
Todo esto ocurría a lo largo del año 2012, que junto con el 2013 fueron los años de más bajo crecimiento o mejor dicho de mayor decrecimiento de todo el siglo XX!.
 

 
Mientras tanto los mercados reaccionaron con cierta lentitud, a pesar de la debacle todavía se esperaba que Alemania cambiara de postura, permitiendo la compra masiva de Deuda Pública por parte del Banco Central Europeo y así salvando la situación, pero eso no ocurrió hasta bien entrado el 2013.
 

 
Además, la palabra austeridad viajó al otro lado del Atlántico. Allí el primer presidente afroamericano de Estados Unidos, Barack Obama, estaba luchando ferozmente contra las políticas restrictivas del gasto, pero austeridad parecía una palabra mágica. El Partido republicano que en aquel entonces estaba en la oposición en América, presionó y presionó para que se aplicara la famosa austeridad y al final algo hubo que hacer en esa dirección, lo que unido al parón generalizado de la economía europea sumió a Estados Unidos en una nueva recesión.
 

 
El principal problema para todos era que la recesión de 2007-2008-2009, estaba demasiado reciente, esto era una recesión sobre otra recesión, con lo que la debacle económica estaba asegurada.
 

 
El contagio siguió a los países emergentes. El primero en caer fuer Brasil, que ya a finales de 2011 daba señales de cansancio en su ritmo de crecimiento y que entró claramente en recesión en el 2012, Rusia le siguió a finales de ese año y China e India también entraron en recesión en el 2013.
 

 
El caso chino fue especialmente dramático. Hay que recordar que en aquella época China todavía no había dado el paso decisivo de convertirse en una democracia. El descontento de las clases medias que habían conseguido cierto nivel de riqueza durante los años de bonanza, obligó a emplearse a fondo al Partido Comunista, que tuvo que someter al pueblo chino a una represión brutal. Ahí no solo hubo pérdidas económicas y hambre, las investigaciones posteriores sobre esos años desvelaron decenas de miles de muertos.
 

 
La situación mundial era tremenda. No había crecimiento, el desempleo subió de forma incontrolada, el precio de los activos bajó estrepitosamente. Las Bolsas mundiales perdieron una media del 50 por ciento en 2012, pero casi otro tanto en el 2013.
 

 
Entretanto en Europa seguía el dominó de países pasando a la situación de suspensión temporal, el siguiente fue Italia, que no pudo absorber el enorme recorte presupuestario de 2012. Tampoco pudo España, aunque consiguió aguantar hasta el 2013 año en el que se convirtió también en inviable y pasó a la situación de suspensión temporal.
 

 
Por fin, en la primavera de 2013 Alemania dio su brazo a torcer, y permitió la intervención del Banco Central Europeo comprando activos públicos de forma masiva de todos los países. Pero ya era demasiado tarde, todo el planeta estaba en recesión, no había forma de devolver la confianza a los consumidores.
 

 
El resto de la década hasta e l 2022 es una historia muy conocida ya. Se repitió la década perdida de Japón a finales del siglo XX. El dinero estaba al cero por ciento en todo el mundo, pero ninguna economía crecía. Seguía faltando confianza, y la confianza es difícil de crear. Se intentó de todo: estímulos fiscales, mayores inyecciones de liquidez, discursos patrióticos, pero nada funcionaba, la economía no se reactivaba, y el problema que se quiso solucionar al principio del IV Reich, se convirtió en algo difícilmente gobernable. El déficit público global de la entonces Unión Europea, hoy República Unida de Europa, a finales del año 2020 era el triple del que había en 2010.
 

 
La solución, como todos conocemos vino en el 2022, con la famosa tasa Svenhold. El economista sueco, quizá el más laureado de la historia, encontró una solución al problema, y una solución que funcionó.
 

 
No se trataba de poner más impuestos al consumo, o a la renta, sino que la tasa Svenhold, era una tasa que gravaba justo lo contrario, el no-consumo. Si hicieron los cálculos oportunos del importe global de IVA que pagaba cada familia, que era el medidor más fiable de lo que habían consumido, y si no se alcanzaba el porcentaje mínimo permitido en relación a su renta, se debía pagar la tasa Svenhold. Eso disparó el consumo, con él volvió la confianza a la economía y se restauró el crecimiento.
 

 

 
Es cierto que el impuesto o tasa Svenhold fue, al principio, difícil de poner en práctica de forma técnica. El cálculo del consumo real, para comprobar si había que pagar o no el impuesto era complicado, sobre todo en un mundo donde no todas las transacciones eran electrónicas como ahora, aunque ya eran muy mayoritarias, y donde el IVA no se aplicaba con absoluto rigor a todo tipo de operaciones. Pero también es cierto que la economía sumergida no tuvo más remedio que emerger o desaparecer y eso contribuyó de forma notable al saneamiento de las cuentas públicas y a un mejor funcionamiento de la economía en general.
 

 
Resulta paradójico después de tantos años, que precisamente fue con lo opuesto a austeridad con lo que se consiguió solucionar el problema.
 

 

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Published on e-Stories.org on 29.12.2011.

 
 

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