Andres Velazco

Caminos, corduras, desatinos.

Siendo una fecha indeterminada, en el tiempo q sigue corriendo.
Juan Soler, un hombre de 40 y tantos años, decide emprender desde capital federal, un viaje tan ansiado en su interior hacia tierras litorales del norte argentino. Dejando atrás, la gran ciudad.
Durante largos periodos de tiempo, cuando transitaba caminos, rutas, autopistas y de vez en cuando, alguna calle interna de alguna ciudad o pueblo, para llegar a su destino, fue reflexionando sobre las distancias, sobre los largos caminos que iba transitando, que la realidad, no era tal cual se mostraba, que los caminos podían llegar ser tan infinitos como el tiempo mismo, que el tiempo producía la repetición de hechos, azarosos, pero repetidos. Que un camino nuevo, se abría de manera paralela, perpendicular o en ángulo con otros caminos aun no creados.
Su terrible afán por este tema, llevo a que Juan, quien había tenido una formación muy alejada de la filosofía, se sintiera el mas filosofo y metafísico de todos, durante su viaje, comenzó a ver actitudes extrañas en si mismo (in your self, suena tan bien en ingles la palabra self, algo muy diferente al “mi” del castellano), alucinaciones inducidas por el mismo, en las que quería ver como se iban conectando las rutas infinitas, pasadas y futuras.
En un camino desolado, donde el pavimento se habia perdido varios cientos de kilómetros atrás, pensó que el tiempo, la eternidad, el infinito, las repeticiones, el azar y las consecuencias de las actividades de los seres, podía llevar a cambiar el trazo de una ruta en el espacio tiempo.
Tan incomprensible fue su afán de vislumbrar los secretos del infinito que creyó estar volviéndose loco, que la locura podía perseguirlo de por vida, que perdería toda razón de ser en este mundo.
Fue cuando decidió frenar al costado de un camino rupestre, para despejarse de estos malestares que lo acogían, que producían una congoja literal en su persona, donde creyó que el infinito, los posibles caminos se perderían si él dejaba de transitar en su vehículo tan confortable.
En el punto que se detuvo, solo se veía un camino real que cruzaba con el horizonte tanto para un extremo como para otro. Quedo pensando si ese camino infinito, que continuaba para ambos extremos se relacionaba con lo que el estaba pensando, si el infinito quisiera que de alguna manera, el estuviese ahí, pero no pensó que el infinito era algo mágico, que era algo divino, vio la maldición que el infinito podía producir en su vida, una de las mas largas agonías, al saber que su mente solamente se saturaría de pensamientos. Entonces se regocijo en pensar y no mas que pensar que su historia, que sus pensamientos, debían quedar solo en sui mente.
Tomo su coche, y partió nuevamente a buenos aires, observando detalladamente su camino, observando que no era mas que una sucesión de pasos los que forman los caminos.
Antes de llegar el anochecer, cuando el ocaso se hacia inminente, pudo ver los caminos infinitos sin forzar su mente, en ese momento, en ese punto, los caminos se habían convertido en reales, siguió manejando, esperando que al llegar a capital, estos caminos pudiesen mostrarle otra realidad.
Devenido el ocaso, Juan, deja de observar el maravilloso mundo de los caminos infinitos, es cuando decide esperar hasta el próximo ocaso para lograr ver que camino tomar, y como iban cambiando los infinitos caminos con los diferentes paisajes, ese mundo único para el, que había “descubierto”, logro hipnotizarlo, de una manera casi instantánea (si se compara este viaje con la eternidad misma). Juan, azotado por el calor norteño, espero al próximo ocaso, vio los caminos, pero ya no diferenciaba entre caminos reales y caminos infinitos, con lo cual, siguió el mas conveniente para el. Hasta que el ocaso desapareció.
Intrigado por como seguirían estos caminos, decide esperar hasta el próximo ocaso, logro observar tantos paisajes, con caminos infinitos, como se lo permitió el combustible de su automóvil, sin importarle demasiado, espero al próximo ocaso y siguió su camino a pie, esta continuidad de aparición y desaparición de ocasos, produjo que Juan, caminara interminables caminos.
Meses y hasta años fueron los que Juan, contemplo los caminos infinitos, cuando seguiendo un camino que cruzaba un pequeño pueblo, llega a una estación de servicio y logro entrar en el sanitario, al observar su figura en el espejo, denota que su pelo habia crecido mas de lo que imaginaba, la barba totalmente opaca y larga, su rostro poseía la dignidad de un propio linyera, o de un habitante de manicomnio, fue cuando Juan se dio cuenta, que su querer de sabiduría, no había logrado mas que convertirse en una persona de dudosa cordura.
Triste, desolado, amargado, por la noticia que este camino le había dado, decide seguirlo, este no terminaba en un punto, como todos los caminos infinitos, solo se hacia intransitable para los que somos sometidos a la fuerza de la gravedad.
Loco de los caminos, se suicido en el acantilado de Acapayama, describía el diario local al día siguiente.

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Published on e-Stories.org on 25.02.2011.

 
 

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