Maria Teresa Aláez García

Historia elucubrada de una sirena y una guitarra.

El mar también sabe que incluso en medio del temporal, se puede encontrar un rayo de esperanza.

La historia del rayo verde... reflejado en las aguas. El último rayo de sol.

 

Cuando un sabio logra la resolución de una operación, sea operativa, sea especulativa, el resultado se representa por medio de una rosa o por medio de una gema.

Y si son rosas, qué mejor que sembrar de flores el mundo.

Cuando la luna se presenta en forma de astro luminoso, quasi estelar, es una buena señal ante la obra de la plata. Plata y violeta, colores espirituales, alma y conciencia.

 

Y el mar se presenta desafiante, como espejo del cielo, ante los bajeles de los humanos que necesitan recorrerlo para encontrar sus misterios y aprovechar sus riquezas. Entre éstos estaban en la antigüedad, las sirenas.

 

Las sirenas que en la Ilíada o en la Odisea, engañaban a los marineros y no los dejaban volver a sus tierras. Circe estaba en medio del enredo, creo. Pero hubo una sirena que vio que su amado se marchaba y entendió que no debía estar a su lado, obligándole a quedarse. Se apoyó sobre la quilla de su barco y se durmió en el tiempo. Despertará cuando la voz de su amado la saque de su ensueño.

 

Poseidón no quiso permitir que un ser de la tierra le arrebatase una perla del mar. Así que convirtió sus pisadas en agua y el agua en mosaico para confundir cualquier rastro que quedara del  ser humano por aquellos lares para que la sirena no fuera en su busca y por si el hombre, recordando las buenas disposiciones de la enamorada, quisiera volver, que no encontrara el camino.

 

Y poco a poco el mar recobró la calma. La arena siguió viviendo a expensas de las corrientes y sirviendo de cobijo a los animalillos que se cercaban más a recibir los dorados rayos de nuestra estrella. El hombre, efectivamente, volvió a buscar aquella sirena que tan feliz le hizo... y todos los marinos miran al mar con añoranza, esperando encontrar aquel refugio acogedor y eterno en el mar... algunos, incluso, llevan el color del mar y del cielo en sus ojos aunque vivan en tierra. Y en cuanto a las sirenas... los camarones de proa sirvieron de ojos para que supieran de tierra firme dado que ellas perdieron sus privilegios ante los humanos. Y es que Poseidón no deja de ser un dios, caprichoso, anciano y sabio. Llámese como se llame ahora.


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Published on e-Stories.org on 16.03.2009.

 
 

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