Maria Teresa Aláez García

Lo maté y no era mio.

LO MATÉ Y NO ERA MÍO.

Estos últimos días se puede leer y ver en los medios de comunicación, noticias referentes a distintos asesinatos.

En todos, por supuesto, existe una víctima. Existe un asesino o varios. Varía el modus operandi pero en estos casos existe un presunto ejecutor y un inocente que muere.

No voy a realizar un trabajo universitario acerca de en qué casos consiste un asesinato, en qué casos consiste en un homicidio, premeditado o no, si hubo defensa propia o no, porque si ya elucubrando soy capaz de rellenar diez o veinte folios –dejando a medias la elucubración—no se imaginan ustedes lo que puede ser empezar a sacar detalles entre la teoría y la ley, acerca de  los distintos tipos de asesino u homicida y de dar muerte a una persona y ya no hablo de las víctimas. Si tienen culpa o no. Este escrito se refiere más al aspecto social del crimen.

Hasta qué punto la sociedad es responsable de dichos crímenes.

Uno, en deferencia a Marta Castillo y a su presunto asesino, su exnovio, Miguel. Otro, en cuanto al joven guía que dirigió a los andinistas italianos que encontraron la muerte, Fernando. Y por último en cuanto a la periodista rusa Ana. Podría seguir nombrando victimas, asesinos y cómplices. De Marc Dutroux. Del sacamantecas español. De Sandra Palo. De Ramón y su madre, los asesinos de Trotsky. En fin, hay un sinnúmero de personas, tanto como víctimas y como autores, para nombrar. (Y mi intención sigue siendo acortar las frases y ordenar las ideas).

Desde tiempos remotos, hay personas que ve al resto de los humanos como animales. Agresores y agredidos. Por diversos motivos – poder, inseguridad, miedo, defensa, ofrenda religiosa, diferencias culturales, étnicas,  xenofobia, venganza, etc… - la gente no ha encontrado otro modo de solventar su diferencia que matando. Y llevamos más de siete mil años más o menos contados de historia escrita – la cifra no es exacta, por supuesto y el texto tendrá lagunas pero con el teclado en tan mal estado no puedo alargar mucho y escribir lo que deseo – y seguimos – sigue la sociedad – sin aprender a respetar la vida humana. En general, la vida.

Se han realizado y se siguen haciendo experimentos a veces espantosos con personas y animales. En un pasado, por obligación. Hoy al menos las personas se ofrecen voluntariamente como cobayas y en cuanto a los animales – desgraciadamente es necesario, mal que nos pese, por que el sacrificio de algunos animales, aunque no nos guste, ha salvado vidas humanas y el sacrificio de seres humanos que se ofrecen para probar medicamentos ha servido para salvar a otros seres vivos, tanto animales como hombres y eso se ha de tener en cuenta y agradecer – se eligen los más similares a los hombres para probar vacunas, medicaciones, para investigar enfermedades, etc.. y de los cuales haya mayor población para que no se extingan.  Hasta que encontremos otro modo, hemos de continuar así. Al menos resulta menos cruento que lo que hicieron algunos nazis en la segunda guerra mundial con los judios o muchos blancos con las personas de color – estadounidenses, ingleses, franceses, alemanes – o incluso en Asia con los japoneses y los chinos. Experimentos de todo tipo, no sólo clínicos, sino también psicológicos, en fin, no voy a describir lo que tengo en la mente.

Se supone que la prisión debería servir para reintegrar al individuo transgresor de la ley en la sociedad.  Pero no es así. Ahora las cárceles son creadoras y perfeccionadoras de delincuentes. Parece como si la sociedad quisiera que el ser humano siga asesinando y acabando con la vida de otros. Por un lado nos enseñan a respetar la vida humana y por otro, no dejamos de ver series, películas, - las noticias son otra cosa, nos enseñan la realidad y no siempre sinceramente, a veces aparentemente pero es la realidad – donde se vitorea el asesinato y la victoria a ser posible de un héroe que mata al resto y que lo hace impunemente. Esto ocurre en la televisión y el cine que son los medios más abrumadoramente visualizados, desde su comienzo. Las películas de indios y vaqueros, las películas estadounidenses donde este país aparece siempre como el ganador y defensor de la humanidad.  Si la persona que mira la televisión no tiene la madurez suficiente, piensa realmente y capta dicha idea y lo peor es que se transmite también a los niños.

Por otro lado, los medios emiten ideas que suelen ser perniciosas y que estarían bien pensadas si quienes la reciben son personas sensatas pero quien las emite no tiene en cuenta que su público es variopinto y que hasta los seres más pobres, ven la televisión y capta todo tipo de mensaje, subliminal o no. Y la ven enfermos y sanos y  se intentan imitar algunos estilos de vida que se nos presentan.

Aparte de los medios, hay que sumar la personalidad del sujeto, su educación, su entorno, su situación. Son muchos los factores que influyen sobre la persona en su vida, la formación de su personalidad y el condicionamiento de su respuesta.

Estoy tratando el tema vagamente. Si puedo ya haré en capítulos largos, pesados y dispersos, un estudio de esto aunque hay publicaciones más útiles en la red, en cualquier biblioteca de cualquier facultad de derecho o de medicina forense.

Me he referido a estos tres casos porque me han llegado a afectar profundamente.

El caso de Marta y de Miguel. Una joven menor de edad asesinada por su novio. La gente pide cadena perpetua para el joven. Cierto es que nunca esto devolverá la vida a la chica. Pero cabría preguntarse qué ocurre con este joven. Su responsabilidad como autor de los hechos. La responsabilidad de sus cómplices, si lo fueron, su hermano y el otro joven. La televisión – la prensa escrita menos- ha dado una breve anotación de su vida: un joven que se quedó huérfano a los dieciséis años con un hermano pequeño y a quienes su padre abandonó. No dice nada más. Después echan muchísimas páginas sobre el asesinato y la culpabilidad del joven. Si por mi fuera, no sólo sería responsable el joven, sino también el padre del joven. O es que el chico no quedó afectado por la muerte de la madre. Qué pensaría cuando su padre se fue, tanto él como el hermano pequeño, sabiendo que los hijos suelen culparse a sí mismos de los desvaríos de los padres y tras haber fallecido la madre. Aunque los cuidaran otros miembros de la familia, les faltó lo más necesario. Así que cuando el joven conoció a Marta y vio una respuesta en ella, posiblemente sintió de nuevo el terror o resquemor de perder algo que le daba cariño, ternura y seguridad y prefirió acabar con ella él mismo. Es horrible pero es algo que ocurre a menudo y de lo cual, aunque no empuñara el cenicero, también es culpable su padre por no haber sido fuerte y haber estado al lado de su hijo. Otra cosa es el asesino de Mari Luz. Ese hombre violó y agredió a más niñas y no sólo se le permitió sino que encima se le acogió en lugar de, en un primer momento, corregirle su actitud, llevarlo al médico – posiblemente también fuera fruto de una agresión sexual – o denunciarlo. Ninguno hizo bien, eso está claro y han de pagar su delito. Pero eso tendríamos que tenerlo en cuenta para evitar que vuelva a ocurrir.

En cuanto al joven guía andino.  Es una vergüenza el vídeo que se ha pasado pero mayor vergüenza el que digan que no había nada qué hacer.  Al menos por mi parte he visto y he leído historias sobre personas perdidas en el monte, entre las nieves, historias reales, donde han podido sobrevivir, en ocasiones de modo para nosotros poco aceptable. Sin oxígeno, sin camillas, sin nada. Unos han fallecido, desgraciadamente. Otros, pues no. La imaginación y los conocimientos, así como el instinto, hicieron el resto. Lo que sí hemos tenido todos ocasión de seguir es el rescate de personas en nuestro país, perdidos en el monte y con más problemas: roturas de miembros, etc.. Cómo es posible que los miembros del grupo de rescate, cuatro miembros, se queden tan tranquilos y tan fríos, hablando por teléfono con la base mientras el joven está agonizando y lo vean morir como el que ve morir a un perro. Es un homicidio por negligencia, está claro. Como la ayuda que no se presta a una víctima de carretera.  Habiendo pertenecido a la federación española de espeleología y alpinismo, gozábamos de un seguro y unos recursos. Pero también, habiendo pertenecido a varios clubs donde se practicaban estos deportes, no dejaban de publicarse cursos y de ofrecerse, por parte de la Cruz Roja y otras asociaciones, de primeros auxilios, por ejemplo. El primero que hice yo, era menor de edad y tuvo que venir mi madre conmigo para hacerlo. A mí me dieron un certificado y a ella el carnet y ella se quedó encantada con él. La asistencia a cursos de primeros auxilios y de técnicas de salvamento se hacía casi obligatoria porque no siempre pueden acceder los vehículos de salvamento ni los rescatadores hasta el lugar donde se encuentren los montañeros y siempre pueden hacer algo los demás si hay alguno herido. A la par que tener conocimientos del lugar a dónde se acuda y de llevar distintos aparatos para medir ciertas cosas o tener conciencia de ciertas cosas antes de subir para evitar accidentes. Siempre hay que atender a los heridos hasta el último momento. Eso fue un asesinato a todas luces aunque no mediara arma alguna.  De la misma frialdad – y no por la nieve precisamente – de la que pudieron hacer gala los asesinos de Trotsky, Ramón Mercader y su madre así como Lenin  y quienes prepararon el asesinato o los asesinos de la periodista Anna Politkovskaia.  

Ya huelga hablar de la E.T.A. los asesinos terroristas o los asesinos del 11s o del 23f.  Aquí la cuestión es distinta. Pero sigue siendo una cuestión social. Ideas, un líder que presenta una situación anómala y unos seguidores que llegan a la violencia por defender esas ideas sin conciliación ni diálogo, sin flexibilidad alguna, sin compaginar, sin respeto. Unos padres que en lugar de enseñar la paz y la vida enseñan la guerra y la muerte. Y que se dejan llevar por unas personas que los han captado por medios poco honestos: manipulándolos con secuestro, violencia, privándolos de lo más necesario en todos los aspectos – casa, comida, familia, libertad, justicia, etc.. – y que dándoles palos – vulgo hostias – piensan que aprenderán. Aprenderán el lenguaje de la violencia, de la ignominia, de la psicopatía, de la sociopatía, de la carencia de diálogo. Aprenderán a aislarse en pequeños grupos y a cerrarse en sí mismos. Y si el hombre ha de ser feliz y ayudar a ser felices a los demás, ellos conservarán en un circulo su propia felicidad a costa de vidas ajenas, cosa que es injusta tanto para ellos como para quienes les rodean y los inductores seguirán vivos, ricos y cresos, caminando por ahí con sus manos blancas y su corazón negro.

 

 

 

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Published on e-Stories.org on 19.02.2009.

 
 

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