Javier López Sánchez

Estandartes Fantasmas

          Eran como rugidos infernales, estruendos procedentes del mismo infierno. Cada vez que una de esas bestias metálicas besaba la superficie, inundaba la tierra de fuego y devastaba todo a su paso. No tenía piedad: bosques, praderas, parques, edificios, mujeres, niños, ancianos…a todos les concedía el don de la muerte. ¿Y es que acaso no era mejor estar muerto? Eso pensaban muchos, entre ellos el soldado Illias Morózov, quien se resguardaba en un agujero en el suelo, rodeado de tierra, escombros y cadáveres, la gran mayoría conocidos…amigos.
         El polvo se levantaba como la brisa en el mar, hasta fundirse con el humo y perderse en un cielo negro, manchado por la miseria, el horror y la crueldad; cansado de conceder al mundo días azules para constantemente ser golpeado por la barbarie.
         -Pronto llegarán los refuerzos-avisó Sergey Lébedev, sargento del pelotón de infantería, a Illias-. Pero no soportaremos mucho más. Debemos llegar al hospital. Está semiderruido, aunque algunas paredes siguen en pie. Fusil en mano, ¡soldado!
         Illias no respondió. Era consciente de que desacataba una orden directa de un superior, pero no quería volver a ver ese infierno. No quería volver a cargar contra esos hombres, ni posar su dedo contra el gatillo de un arma. No quería robar almas, ni ilusiones ni esperanzas; familias que quedarían rotas, y otras que ni siquiera llegarían a formarse.
         -No quiero ser parte de esto-exclamó Illias-. No quiero seguir siendo ejecutor y testigo de una masacre inhumana.-Antes de que Sergey pudiese recriminarlo, Illias siguió hablando, casi a gritos-. Durante meses hemos dormido a la intemperie, a merced de la lluvia y del frío; hemos buscado comida debajo de las piedras, alimentándonos de colillas y de trozos de pan duro. Hemos visto a nuestros compañeros caer, y a muchos de ellos lentamente…he quitado vidas, sargento. He visto como mandaba hombres al infierno con un solo click. Cuando cierro los ojos me viene a la memoria un chico, no tendría más de dieciséis años, agonizando, con el pecho hundido por una bala que yo le había disparado. ¿Por qué?
         -¡Si no salimos ahora nos bombardearán! Illias, ¿estás loco? ¿Has perdido el juicio? ¡Has visto a esos tanques! ¡Eres consciente de lo que son capaces de hacer! Debemos marcharnos, ¿entiendes?
Gritos, lamentos, gemidos, disparos. Illias cerró los ojos e intento alejarse de aquel infierno; hasta que una nueva explosión le empujaba de nuevo a la realidad.
         -De lo único que soy consciente es de que he matado a mis hermanos, sargento-objetó Illias-. Cada alma que he despojado de su cuerpo, cada disparo y cada cuchillada. Nos dicen que son el enemigo.-Soltó una carcajada irónica-. ¿Enemigo? Sargento, antes de disfrazarme de asesino era soldador. ¿A cuántos soldadores habré matado? ¿A cuántos panaderos, carniceros, obreros, pescaderos y campesinos habré matado? ¿Qué nos diferencia, sargento? ¿Qué es eso que hace que nos matemos los unos a los otros? El estandarte, eso es. Cada uno lucha bajo una bandera. Pero no somos nosotros quienes hemos decidido enfrentar las banderas. No ha sido un soldador, ni mucho menos todos los desgraciados que están ahí fuera. Nos tachan de cobardes si huimos, nos tachan de héroes si masacramos sin piedad. Comprende, ¿sargento? Somos títeres. Mire hacia atrás, ¿no ve las cuerdas? ¿No ve quien las mueve?
         -¡Se acercan, Illias! ¡Se acercan!-chilló Sergey, desesperado.
         Los monstruos de metal avanzaban entre las rocas, entre los restos de lo que un día fue alegría, felicidad, descanso y paz. Amasando lo poco que aún quedaba de humanidad.
          -Sé que iré al infierno, no pido otra cosa. Al fin y al cabo es lo que merezco. No quiero ser recordado como algo que no fui, jamás seré un héroe; no quiero recuerdos, ni homenajes, ni una sola lágrima por mi partida. Pero de una cosa estoy seguro: cualquier infierno es mejor que esto.
          Cerró los ojos. Notó como el suelo tembló, como un terremoto…lo siguiente fue oscuridad. La nada, la paz.
          De aquella batalla solo quedó un viejo estandarte irreconocible, tendido en la superficie, lleno de polvo, sangre y muerte. Una única bandera, por la que todos murieron y por la que todos mataron.
 
 

All rights belong to its author. It was published on e-Stories.org by demand of Javier López Sánchez.
Published on e-Stories.org on 25.03.2014.

 
 

Comments of our readers (0)


Your opinion:

Our authors and e-Stories.org would like to hear your opinion! But you should comment the Poem/Story and not insult our authors personally!

Please choose

Artigo anterior Próximo artigo

Mais nesta categoria "Guerra e Paz" (Short Stories em espanhol)

Other works from Javier López Sánchez

Gostou deste artigo? Então dê uma olhadela ao seguinte:

El Tercer Secreto - Mercedes Torija Maíllo (Ficção científica)